Julian Assange, fundador de WikiLeaks, es un criminal; no cabe duda al respecto. Esta organización internacional que preside (cuyo nombre significa “filtración”), dedicada a la publicación de documentación política y diplomática, ya sea de países o empresas, ha demostrado lo que es capaz de hacer sin reflexionar en las consecuencias desastrosas para la humanidad que sus acciones pueden traer aparejadas.
Los defensores de Assange escudan su proceder bajo el lema de la libertad de expresión, que si bien es un derecho básico para el mundo libre y debe ser reconocido en todo ordenamiento jurídico, no cesa en ocasiones como ésta de ser politizado y consiguientemente, manipulado. El uso de un derecho es lo correcto; el abuso implica ejercerlo contrariando los fines que la ley tuvo en miras a la hora de reconocerlo, o para menoscabar injustamente los derechos de los otros.
La libertad de expresión de WikiLeaks se ha empleado para destruir el derecho a la privacidad, el secreto de Estado por razones de seguridad y la clasificación de información por motivos de prevención. Las habilidades y precauciones que debe tener un Estado para manejar sutilmente datos sensibles que tratan asuntos de fragilidad, adoptando los medios necesarios en consecuencia para evitar la divulgación susceptible de originar conflictos (crisis diplomáticas, boicots, guerras) parece no importarle a WikiLeaks, que con tal de alcanzar fama y renombre, cierra los ojos y prosigue su campaña. Posicionarse en contra de WikiLeaks no es equivalente a defender el secretismo de políticas corruptas de los Estados, a ocultar fechorías de los dominadores del mundo. No es sinónimo de ser un encubridor de falsedades y traiciones. Estar en contra de lo hecho por WikiLeaks no es favorecer negociados y trampas de los dirigentes políticos y funcionarios diplomáticos; es reconocer el riesgo inherente de ciertos informes que ameritan la cautela, y querer que sean manejados con la responsabilidad que corresponde. Una persona de bien no puede estar a favor de encubrir deliberada explotación económica de un Estado dominante que genera extrema pobreza en otro sometido sin posibilidades de defender sus derechos; o de ocultar terrorismo promovido por gobiernos fascistas que crean y proveen de armamento a organizaciones terroristas en distintos países para atacar a democracias a través del asesinato de sus civiles. Pero una persona de bien sí puede reclamar el derecho de un país a resguardar estrategias militares, negociaciones diplomáticas que solo pueden ser encaminadas si se evita la injerencia de extraños, y comunicaciones que en protección de la soberanía e intereses nacionales solo deben llegar a su receptor auténtico.
La responsabilidad de Assange en esta afrenta a Estados democráticos como Estados Unidos revela, a la vez, la otra cara de WikiLeaks. No precisamente la de la valentía que aclaman sus defensores por meterse con los secretos estatales, sino la contraria: la cobardía. Caroline Glick en su artículo “El desafío de WikiLeaks” explica magistralmente: “Fundada en 2006, WikiLeaks se suponía que sirviera a la causa de la libertad. Afirmaba que defendería a los disidentes en China, la ex Unión Soviética y otros lugares donde los derechos humanos continúan siendo un término vacío. Pero luego China hizo la vida difícil para WikiLeaks y así cuatro años mas tarde, Assange y sus colegas declararon la guerra a los EEUU, asumiendo correctamente que a diferencia de China, EEUU recibiría sus ataques yaciendo acostado. ¿Por qué tomar riesgos para defender a los disidentes en un Estado policíaco cuando es tanto mas fácil y mucho más compensador tratar de destruir las sociedades libres?”. En vez de combatir los totalitarismos que constituyeron la razón de su génesis, Assange y compañía optaron por el facilismo, la mediocridad, el oportunismo político y la fama a cualquier precio. No les importó traicionar sus ideales ni los principales objetivos que los nuclearon para trabajar. Salir en las tapas de los diarios y revistas fue lo que primó a la hora de planificar el sabotaje a la democracia y la rendición frente al totalitarismo. Atacar con toda la artillería pesada a la contraparte de lo que era el blanco originario, es una tácita bandera blanca frente al cerramiento de los monstruosos regímenes antidemocráticos ejemplificados por Glick. El slogan característico de WikiLeaks “Descubrimos los gobiernos” debería ser modificado a “Descubrimos ciertos gobiernos que no nos complican demasiado las cosas y que nos hacen el trabajo fácil y llevadero; ya no queremos descubrir a gobiernos si no lo vemos como redituable”.
Por otra parte, fuera de todo el daño que WikiLeaks le ha propiciado a Estados Unidos tras inferirle estocadas a su conducción de la política internacional (con la publicación de más de 800000 documentos clasificados y 250000 cables diplomáticos), la movida ha contribuido, involuntariamente, a desmitificar una vieja concepción de los críticos acérrimos del país del Norte y de su aliado Israel: que la política internacional de Estados Unidos está dirigida o a lo sumo influenciada por un lobby sionista. Glick escribe: “WikiLeaks mostró que no hay un lobby israelí complotando para llevar a EEUU a una guerra para servir a los intereses judíos. Hay algo aproximado a un consenso internacional que Irán es la cabeza de la serpiente que debe ser cortada, como lo describió el potentado saudita”. Con respecto del plan nuclear de Irán, países árabes (dentro de ellos, Arabia Saudita primordialmente) piden a Estados Unidos el ataque a las instalaciones nucleares del Estado presidido por Mahmoud Ahmadinejad. Acorde a lo revelado, los mismos árabes sienten la amenaza que implica un Irán nuclear como centro de poder y hegemonía en la región, y esperan que tanto Estados Unidos como Israel se ensucien las manos y lleven a cabo la parte difícil del asunto: operación militar (el eufemismo utilizado es “cortarle la cabeza a la serpiente). En diversas partes del mundo se percibe lo que puede llegar a convertirse en una maquinaria de destrucción y poder indisputable, y por lo bajo se pide que esas intenciones sean frenadas a tiempo. Conspiradores, judeófobos, difamadores y compradores de los Protocolos de los Sabios de Sión: sus teorías han sido aniquiladas.
Pues bien, adentrándonos en el asunto nuclear, ¿Por qué querría Arabia Saudita un ataque contra Irán? Los motivos pueden ser varios. Recordar se debe que los saudíes son una potencia, y que Irán también lo es y pretende transformarse en una aún mayor. Pero en el plano ideológico e idiosincrático hay ciertas diferencias: si bien ambos son islamistas, Arabia Saudita es árabe mientras que Irán es persa, y Arabia Saudita es sunita wahhabista e Irán es chiíta. Hay una lucha en curso para ver quien está en poder del verdadero Islam, cual es la nación que triunfará en sus pretensiones de erigirse en auténticos voceros de Alá, y ostentará la hegemonía en el mundo islámico. Por supuesto, como potencias se celan y se miran de reojo, y cada una busca ser la dominadora en los campos armamentísticos y económico, y gozar del status de la más poderosa en Medio Oriente sin que pueda desafiársela.
Pero a pesar de todas las conjeturas que puedan hacerse acerca de los secretos revelados por WikiLeaks y de las disputas ostensibles en el tema del plan nuclear de Irán, no podemos dejar de prestarle atención a la opinión autorizada de Daniel Pipes en su texto “Jarro de agua fría a WikiLeaks”. El autor hace una primera observación: “Los árabes podrían estar diciendo a los americanos lo que creen que éstos quieren escuchar (…) Sus llamamientos pueden formar parte de un juego, que implica manifestar como propios los temores y los deseos de los aliados de uno”. Para fundamentar, cita a Lee Smith: “Las palabras que dijeron los saudíes ante los americanos no están concebidas para abrirnos una ventana transparente a la forma de ver el mundo, sino para inducirnos mediante la manipulación a satisfacer los intereses de la Casa de Saud”, y luego pregunta “¿Sabemos, o no, que están diciendo la verdad?”.
La segunda observación de Pipes apunta a la credibilidad del liderazgo árabe: “¿Cómo juzgamos la discrepancia entre lo que los árabes dicen a los interlocutores occidentales y lo que pregonan ante sus poblaciones? (…) Los pronunciamientos en público cuentan más que las comunicaciones en privado. Ninguna de las dos cosas ofrece una orientación infalible, dado que los políticos mienten tanto en público como en privado, pero lo primero es un mejor indicador que lo segundo”. Termina concluyendo sobre WikiLeaks que, “En último término, en lugar de aclarar lo que sabemos de las políticas árabes, nos puede distraer”.
Acostumbrados nos tiene el liderazgo árabe al doble discurso. Ciertas palabras dirigidas al público occidental, y generalmente las diametralmente opuestas al público oriental. Los términos dulces empleados o las confesiones proferidas por líderes árabes en medios de Occidente contrastan con el tipo de mensajes que suelen transmitir en sus propios países. Por lo que hay que ser precavidos a la hora de analizar la información revelada por WikiLeaks, ya que puede ser una trampa tendida entre las potencias orientales para hacer creer que hay deseos de una de atacar a la otra, cuando puede ser un plan concertado para utilizar a Occidente como carnada y hacerlo caer.
Rubén Kaplan escribe correctamente en “Irán y Arabia Saudí unidas por el espanto” que ambos países tienen en común “su odio visceral a Israel”. Por lo tanto, frente a la aparición de factores que podrían nuclearlos, la cautela de Occidente debe tener en cuenta declaraciones como la hecha por Ramin Mehman Parast, portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de Irán (citado por Kaplan en su artículo), sobre las diferencias que separan a las potencias orientales: ”sólo servirán a los intereses del régimen sionista y los enemigos de la región y el mundo musulmán “, agregando luego que “Irán y Arabia Saudita son dos grandes países de la región, con un potencial muy alto para la cooperación”.
En definitiva, WikiLeaks es causante de una gran herida a Occidente, por ahora principalmente a Estados Unidos (ya que las revelaciones continuarán e Israel es el siguiente país en mira), cuyas consecuencias son todavía de alcance inestimable debido a la potencialidad de sus daños. Assange tal vez pensó que la fama adquirida no solo le traería beneficios profesionales sino también para su vida personal, y le permitiría ejercer influencia y movilizar contactos para zafar ante la Justicia de las acusaciones por abuso sexual en su contra. Por otro lado, lo que puede extraerse contra los conspiradores judeofóbicos es que la política internacional de Estados Unidos que ha sido puesta al descubierto no está dirigiéndose por un lobby sionista que manipula a la potencia americana a su antojo. Arabia Saudita expresa tener una mayúscula preocupación porque Irán logre cumplir con su desarrollo armamentista y nuclear y llegue a estar en posesión de la bomba, y pide a Occidente que lo frene. Y respecto del análisis de la documentación, la recomendación y advertencia a los responsables del mundo libre de no caer en el juego discursivo y semántico de gente que ha demostrado en el pasado no tener problemas en mentir para utilizar a otros de manera engañosa como un medio para alcanzar sus maliciosos fines.
Ezequiel Eiben
29-12-2010
22 Tevet 5771
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