martes, 4 de enero de 2011

RECUERDOS ENTERRADOS


Durante la Segunda Guerra Mundial, el fotógrafo polaco Henryk Ross (1910-1991) fue recluido por los nazis en el gueto de la ciudad polaca de Lodz, el segundo gueto judío más importante de Europa durante la guerra. Allí se convirtió en uno de los fotógrafos oficiales del Departamento de Estadística, un puesto que le posibilitó el acceso al material fotográfico y a los procesos de revelado. De este modo Ross reunió una extensa documentación gráfica sobre el gueto, arriesgando incluso su propia vida. Antes de la liquidación del gueto, Ross enterró toda su documentación, y como superviviente del genocidio, pudo rescatar sus negativos y recuerdos una vez terminada la guerra.

Frente a la memoria más conocida de los guetos, donde el sufrimiento, la tristeza y la desesperación eran parte intrínseca del día a día, en las fotografías de Henryk Ross aparecen personas para las que la alegría es una emoción que no han olvidado. Las conmovedoras instantáneas de Ross muestran el sueño de aparente normalidad del que disfrutaron los cerca de 8.000 judíos que colaboraron con los alemanes para hacer de Lodz uno de los guetos más productivos de la Segunda Guerra Mundial. Parecen haber sido captadas antes del conflicto, porque en ellas hay madres que alimentan a sus hijos, niños que juegan, jóvenes que bromean... Y es que sus protagonistas vvieron engañados. Creyeron en las promesas de los oficiales nazis de que salvarían sus vidas. Tuvieron mejores ropas y más comida, pero también fueron asesinados. La burbuja de normalidad que les envolvía se desvaneció en los campos de concentración.

En la fase final del conflicto, y una vez que los últimos trenes de la muerte habían partido rumbo a los campos de exterminio con la mayor parte de los 70.000 judíos que todavía quedaban en Lodz, las fuerzas aliadas lograron salvar a entre 5.000 y 7.000, el mayor número de supervivientes registrado en cualquier gueto del Este.
Ross permaneció en el gueto como parte de las brigadas de limpieza, un contingente al que las autoridades alemanas también planeaban asesinar. Un soplo les permitió enterarse de estos planes y buscar un escondrijo hasta que, en 1945, los soldados soviéticos les liberaron.
Acabada la guerra, Ross y Stefania, su mujer, se quedaron en Lodz, donde tuvieron dos hijos y él continuó con su profesión. En la década de los 50 emigraron a Israel, desde donde emprendió la tarea de recuperar sus fotografías, de las que más tarde exhibiría una parte para mostrar las atrocidades del Holocausto. En 1987, cuatro años antes de morir, terminó su catálogo final, donde afirmaba que “quería dejar constancia de nuestro martirio”.

Tras sobrevivir al genocidio, Henryk Ross se dedicó a divulgar los horrores del nazismo. Por un lado, colaboró con diversos libros y exposiciones como Unser Weg ist Arbeit (Nuestro camino es el trabajo), la más importante sobre la historia de Lodz, celebrada en Frankfurt hace más de una década. Asimismo, en 1961 fue testigo durante el juicio contra Adolf Eichmann en Jerusalén y diez años después, contra un miembro de la Gestapo en Alemania. En estos procesos, sus fotografías y experiencia personal mostraron, una vez más, la cara más siniestra del Holocausto.


FUENTE: http://poesiaamistad.puertodeluz.org
Publicado por Conectados

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.