Xavier Batalla
Históricamente, los árabes han tenido (no se han dado) líderes difícilmente clasificables. El etiquetaje político es una manía europea que entre los árabes ha tenido resultados equívocos desde la llegada a Egipto de Napoleón, quien dijo que venía "en nombre de la República Francesa, fundada sobre los principios de libertad e igualdad".
Los colonialismos británico y francés pretendieron instaurar modelos parlamentarios constitucionales, y así surgieron regímenes considerados prooccidentales, como los del rey Faruq en Egipto y de Nuri Said, el hombre fuerte de la monarquía hachemí instalada por los británicos en Bagdad. Pero Nuri Said gobernó un Estado donde los libros de Victor Hugo estaban prohibidos. Y de Faruq sólo cabe decir que vivió como un rey y murió como un glotón. En 1965, trece años después de haber sido derrocado por Gamal Abdel Naser, se desplomó en un restaurante romano en plena comilona. ¿Y Naser, tenido en Occidente por el primer Sadam Husein de la historia moderna? Las etiquetas dicen que era antioccidental, pero, cosas de la guerra fría, Naser repetía que su película preferida era ¡Qué bello es vivir!, de Frank Capra, el cineasta de Franklin Roosevelt.
Los británicos también entrenaron al coronel Gadafi, posiblemente el más imprevisible de todos los líderes árabes. Gadafi accedió al poder en Libia el 1 de septiembre de 1969, después de un rocambolesco golpe que sorprendió al rey Idris tomando baños contra el reuma en Turquía. El golpe estaba previsto para el 12 de marzo, pero aquella noche cantaba en Trípoli Um Kalsum, la musa de Naser - el héroe del coronel libio-, y Gadafi, golpista sensible, decidió suspenderlo. Desde entonces, Gadafi ha sido un teórico de la tercera vía y del nacionalismo laico, un visionario de la unidad árabe, patrocinador de terroristas y entusiasta intervencionista de Sudán a Zimbabue. Por mucho menos, otros líderes periféricos abandonaron el mundo de los vivos.
Imprevisiblemente, y quizá porque escarmentó en la cabeza de Sadam, Gadafi dio hace seis años un giro copernicano, algo bien visto en Occidente, aunque no desde siempre. Aceptó indemnizar a los familiares de las 270 víctimas occidentales del atentado de 1988 contra un avión de Pan Am en Lockerbie (Escocia) y anunció que renunciaba al armamento nuclear. Occidente aplaudió entonces, incluido Aznar, a quien regaló un caballo llamado El Rayo del Líder. ¿Qué es, pues, Gadafi: prooccidental o antioccidental? Las cosas han vuelto a complicarse ahora, cuando Gadafi celebraba el 40.º aniversario de su golpe. Los líderes occidentales han boicoteado los festejos porque consideran que Libia recibió como a un héroe a Abdelbaset al Megrahi, único condenado por el atentado de Lockerbie y puesto recientemente en libertad en Escocia por padecer un cáncer en fase terminal. ¿Debe temer, entonces, Gadafi a Occidente? No, tiene mucho petróleo. Los occidentales aseguran que lo que teme ahora el coronel era algo previsible: el extremismo islamista.
Fuente: La Vanguardia- España
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