domingo, 14 de marzo de 2010
Siento la necesidad de saber quiénes fueron los responsables
La carta que envió desde Buenos Aires Alicia Farjat, sobreviviente del terrible atentado contra la Embajada de Israel en la capital argentina, cometido el 17 de marzo de 1992, es elocuente y no requiere explicaciones. Aún así, entendimos que el testimonio auténtico debía completarse con una entrevista a la que Farjat accedió con gusto.
``Me gustaría verles las caras''
``Siempre me preguntan que hacía en ese momento, me preguntan que sentí, me preguntan en qué pensé cuando estaba en la delgada línea entre la vida y la muerte.
Palabras más, palabras menos, yo siempre contesto lo que me preguntan, que estaba trabajando, que sentí un terror tremendo y mucha bronca e incomprensión, que pensé en mis hijos, que eran muy chicos para quedarse sin madre, y que me aferré a la vida. En definitiva hice lo que pude, junto a mis compañeros y amigos.
Ahora, tengo ganas de decir que es lo que siento, hoy, después de 18 años.
Todavía tengo la necesidad y cada vez se me hace más imprescindible saber quiénes fueron, y ya no a qué organización para la muerte pertenecen, sino qué personas, qué personas fueron, especialmente los de la conexión local, que se sienten tan impunes, y me gustaría saber a qué se debe, o a quiénes se debe.
Me gustaría verles las caras, quisiera saber si son humanos, si hablan, comen, aman, duermen, o qué tipo de monstruos son, con qué lógica se manejan, y a quién responden. Eso nos quedó pendiente, ¿no es cierto?
Y a ellos, a los matadores de personas y de sueños les digo: `¡No tuvieron éxito!'
Han derribado las paredes, han hecho desaparecer personas, han destruido familias, han hecho llorar, mucho, mucho, mucho, pero no han logrado su cometido.
¡Israel va a cumplir sus primeros 62 años, con toda su energía, con todo su vigor!
Se montó una Embajada de Israel en Argentina, en otro lugar.
Las personas que enviudaron, han rehecho su vida, o siguen llorando su pérdida.
Los hijos huérfanos seguramente siguen llorando a sus padres. Los padres que han perdido a sus hijos, no van a parar de llorar nunca.
Mientras tanto, y a pesar de todo y de todos, la vida continúa …y esa es la premisa a cumplir.
Los médicos siguen en el mundo buscando e investigando lo mejor para la vida.
Los padres siguen amando y protegiendo a sus hijos.
Los maestros y profesores siguen educando a sus alumnos.
Los escritores, los cantores siguen haciéndolo, con las mejores estrofas.
Y todos los que trabajamos para la vida seguimos luchando, porque ese es el mandato.
Pero los que trabajan para la muerte tienen la peor tortura, el peor castigo, que es no poder tener paz en sus vidas, y tampoco tendrán nunca el perdón, y con eso también me alcanza, a pesar del dolor que me producen las muertes de mis compañeros y amigos. Alguna vez los encontraré en el otro mundo, y si puedo los abrazaré y les diré que nunca me he olvidado de ellos''.
``El temblor en todo el cuerpo me duró varios meses''
Pregunta: ¿A qué se dedicaba en la Embajada�de Israel?
Respuesta: En ese elegante, coqueto y tradicional barrio de Buenos Aires, estaba emplazada la Embajada de Israel en Argentina, lo que era una hermosa mansión.
Yo cumplía tareas administrativas que tenían que ver con temas de Educación y Cultura, y me ocupaba de emisarios y profesores.
Hacía varios años que trabajaba allí, junto a un grupo de gente con las cuales nos unía no sólo el trabajo, sino también lazos de amistad.
¿Cómo recuerda el día del atentado?
El día del atentado, día soleado, agradable, que como escribí alguna vez prometía otro destino, llegué como todos los días, muy apurada, luego de haber dejado a mis hijos en la Escuela Tel Aviv de La Paternal, donde hicieron sus estudios primarios.
¿Cómo se sucedieron los eventos�de su experiencia personal, y cómo sobrevivió al atentado?
Mucho me costó hacer memoria del momento en que llegué, pero cuando lo logré, descubrí que cuando bajé del taxi que tomaba diariamente desde Corrientes y Libertad hasta Arroyo y Suipacha, me llamó la atención que no hubieran agentes en la calle, ni tampoco, en la cabina de la Policía que cuidaba la Embajada. Entré por la puerta del Consulado, ya que se estaban haciendo reparaciones en el edificio, y la gente de seguridad de la Embajada me abrió como normalmente lo hacía. Los saludé, me hicieron bromas, referentes al color de mi piel, ya que venía hacía poco de vacaciones, y subí al cuarto piso, donde desempeñábamos nuestra tarea.
Un rato antes de la fatídica hora, llevé un material para revisar con una de mis compañeras, con la que estábamos preparando un proyecto, y nos quedamos trabajando en su oficina.
En un momento escuchamos un estruendo y fogonazos que tenían que ver con la explosión de los artefactos eléctricos, y una nube de humo negro invadió todo el lugar. Al mismo tiempo, las paredes internas del piso se desmoronaban, y pedazos de mampostería caían del techo en nuestras cabezas y nuestros cuerpos.
Y escuchamos gritos, muchos gritos. Llantos. Y en seguida sirenas de ambulancias. En la oscuridad absoluta, ensordecidos, tratamos de ayudarnos los unos a los otros, y comenzamos a ver venir gente de otros pisos buscando salidas.
Cuando miramos por la escalerilla, vimos que estaba todo derrumbado; el panorama era aterrador. ¿Heridos? ¿Muertos? En ese momento éramos testigos de un evento realmente trágico, y no entendíamos muy bien de que se trataba.
Pudimos subir a los techos y luego salimos por una escalera de emergencia del edificio contiguo por la calle Suipacha.
Ayudamos en lo poco que nos permitieron y para ese momento ya nuestros familiares nos habían venido a buscar. Vivos, muertos, o destrozados, no sabían con qué se encontrarían.
¿Cuáles son las secuelas, marcas, sentimientos que le han quedado?
En mi caso, las secuelas físicas fueron mínimas en relación a otras personas, que aún hoy siguen lidiando con sus heridas, algunas de ellas muy graves.
Tuve golpes, sordera por unos días y heridas cortantes en mis brazos, producidas por los vidrios.
Todo eso lo superé, pero el temblor en todo el cuerpo me duró varios meses, y el trauma psicológico aún me acosa, especialmente ante cada situación límite de la vida. Pero no hubo tiempo de elaborar este drama, ya que a los dos años, ocurrió un desastre aún mayor: AMIA.
Mariano Gorbatt
Fuente: Aurora
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