Cuando uno de los economistas más influyentes del mundo, el premio Nobel Paul Krugman, se esmeró en su reciente visita aquí para desvincularse personalmente de la odiosidad obvia de Israel, apenas me sorprendió. No pude dar bien en el clavo sobre que en el arte de gobernar israeli provoco el descontento de Krugman, pero su enojo parecio de rigor.
¿Por qué? Debido a que Krugman sono tan como mis propias relaciones de sangre en Obamalandia. Fue de ellos que he adquirido conocimiento incipiente respecto al aislamiento de Israel - incluso dentro del contexto judío.
Comenzó a abrirse paso en mí durante los peores años de la segunda Intifada, cuando aqui estallaron autobuses, los supermercados eran lugares peligrosos, los restaurantes de comida rápida se convirtieron en blancos frecuentes y tan sólo salir significaba que podrías estar poniendo tu vida en la línea. La mayor parte de mi familia americana - cómoda, satisfecha de sí misma, asimilada y resplandeciente con impecables credenciales liberales - no parecía muy perturbada acerca de nuestro bienestar. Preguntas preocupadas generalmente provenían de amigos no judíos.
Pero los parientes mismos quedaron atónitos cuando descubrieron antes de las últimas elecciones presidenciales en Estados Unidos que no compartíamos su entusiasmo desbordante por Barack Obama. De hecho conclui rápidamente que, aun cuando gravemente incitada, lo mejor era no ejercer mi libertad de expresión. Nosotros, los fuera de moda y una oscurecida y reaccionaria rama israeli del clan, estabamos en cierta forma ya mal vistos, desaprobados y muy cerca de la excomunión familiar.
Me mantuve inusualmente callada cuando una prima una vez favorita lanzo un reproche fulminante sin dudas: "A Ustedes les gustaba Nixon. Era bueno para ustedes, pero fue terrible para nosotros. "
No pude decidir si ella se limitó únicamente a sus parientes de provincia israelíes o tal vez a todos los israelíes en su conjunto, pero me acordé del emblematico hijo malvado de la Hagadah de Pesaj.
El es el que entona: "¿Qué es este servicio para ustedes? " En otras palabras, el se despega del colectivo judío, disfrutando en el papel de un observador objetivo, que altivamente aprueba el juzgamiento a los compañeros judios mas que identificarse con ellos.
Un primo mio más joven se vanagloria en este papel.
Se metió en Facebook a puñetazos con mi hija por su apoyo a los matones del Mavi Mármara. Mi hija respondió que no viviendo aqui, en nuestros zapatos, y dificilmente conociendo de lo que está hablando, el debe prescindir de dar consejos no solicitados, cuyas consecuencias el no tendrá que soportar. Pero el primo nada modestamente insistió en que basa su opinión en "una buena formacion, años de educación y un alto nivel de juicio natural" (del que probablemente nosotros carecemos).
No vivir en Israel, agregó, "es una elección conciente que hago para no caer en línea con la psicosis nacional que los israelíes sufren, la psicosis que impide a muchos israelíes involucrarse de forma racional en el mundo."
Después de aconsejarnos leer y prestar atención al The New York Times, el continuo deseando a los israelies "liberación de la opresión, tanto extranjera como nacional, y de los vinculos internos creados por temores justificados historicamente pero fundamentalmente auto-destructivos."
Evidenciando la misma suficiencia que mis distintos primos, Krugman probablemente este de acuerdo, aunque como un sobre-escandalizado huésped en nuetra pequeña tierra insular sería un poco de mala educación decirlo. Aún así, es inevitable que, habiendonos dado una palmadita en la espalda (por nuestra capacidad de recuperación económica), el lo continuara con una patada en los pantalones.
Para mantener su reputación en los pasillos radicales academicos y medios de izquierda americanos (él es un columnista del New York Times), Krugman tiene que purificarse de todo lo que pueda insinuar simpatía por un estado al que los más exitosos y ricos judios estadounidenses tienden a consideran una carga molesta.
Esto no es calculadamente cínico. Es casi instintivo.
Por lo tanto Krugman tuvo que subrayar que su presencia en Israel no debe ser tomada como "un respaldo incondicional a todo lo que el gobierno israelí hace" y que "hay mucho que lo preocupa" acerca de "la politica, tanto interna como en la region" de Israel.
Evidentemente, su condición de judío le da derecho a compartir con nosotros su pensamiento porque, al igual que "muchos judios de América", el esta preocupado "en la forma en que te preocupas cuando alguien a quien amas se esta comportando en forma auto-destructiva."
Krugman luego nos advirtió contra "un montón de gente en el otro lado del espectro americano que tiene una visión de la verdadera América que no incluye a gente como yo, por lo tanto no incluye finalmente a personas como ustedes tampoco... Es posible que por razones tácticas ellos puedan apoyar a cualquiera que sea el actual gobierno israeli, pero al final ellos no están de su lado y al final los amigos criticos lo estan."
Aquí es donde se vuelve deshonesto. Judios, que altivamente desdeñan los intereses judíos, recurren a los genes judios compartidos para advertirnos contra los conservadores no judios, que nos apoyan con gusto. Aquellos que, como mi primo, lamentan "los temores fundamentalmente autodestructivos de Israel," juegan la carta antisemita cuando les conviene. Krugman dio a entender que personas no identificadas "del otro lado del espectro de EE.UU." lo odian a el y a nosotros por quienes somos.
Sin embargo, prefiero correr el riesgo con "el otro lado" que con Krugman y muchos de mis ultra-"progresistas" primos. Durante la mayor parte de la historia del sionismo, hay que admitir, los sionistas (y mas tarde israelíes) no eran del buen tono de la juderia americana en general.
Salvo por una luna de miel extraordinaria tras la Guerra de los Seis Días , nosotros impedimos el sueño americano de ciertos judios. Si sobreviene un terrible destino sobre nosotros, los "judíos-americanos" recordarán la advertencia de Krugman que nosotros los "preocupamos." Habran de felicitarse por no haber, en las palabras de mi primo, sucumbido ante nuestra "psicosis." Ellos tal vez echen lagrimas obligatorias, como lo hicieron por los masacrados judios de Europa luego del Holocausto, pero nosotros no debemos contar con una masiva parte de la masa judia americana- no mas que lo que los judios de Europa pudieron antes y durante de la IIª Guerra Mundial.
El New York Times, de propiedad de judios, por el cual mis primos juran y donde Krugman publica opiniones editoriales, tipifica ese segmento de la juderia americana. Durante toda la IIª Guerra Mundial vio apropiado publicar solo dos editoriales protagonicos sobre temas judios. Uno, el 22 de enero de 1942, fue un ataque mordaz sobre los pedidos de unidades militares completamente judias bajo los auspicios britanicos (las que fueron finalmente creadas como la Brigada Judia). Mientras que el exterminio de los judios continuo sin cesar, la indignación del Times fue destinada a la prevecion de la formacion de "un ejército sionista."
En febrero de 1942 el desvencijado barco de inmigrantes ilegales Struma se hundió después que los británicos se negaron a que los refugiados procedentes del infierno de Hitler entraran en este país. Todos menos uno de sus 768 pasajeros perecieron. The Times concedio cuatro párrafos blandos en una pagina interna. El New York Post y The Washington Post consideraron que el horror merecio la condena editorial.
Esto contrasta con el tratamiento anterior en primera plana del Times para la zozobra de otro buque "ilegal", el Patria, cuya tragedia fue causada por un intento mal calculado de la Hagana por desactivar los motores de la nave para que los británicos no pudieran hacerla desaparecer del puerto de Haifa.
La escala de valores del The Times fue inconfundible - una historia que avergonzó a los sionistas gano un lugar de honor; la que destacó la desgracia de los judíos y avergonzo a los enemigos del sionismo fue minimizada.
Sigue siendo así de sofocante en nuestros dias.
Fuente: The Jerusalem Post
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