La muerte siempre es algo terrible, pero un asesinato es mucho más difícil de soportar. Sin embargo, cuando se transforma en una masacre, quedamos sumergidos en un dolor casi imposible de mitigar.
Pero el ataque terrorista de esta semana fue mucho más que eso. Sucedió en la ciudad sagrada de Jerusalem, un lugar en el que podemos sentir la cercanía con Dios. Ocurrió en una sinagoga, llena de gente que había madrugado para presentarse ante la presencia Divina y venerar al Creador del universo.
Fue perpetrado por atacantes que ingresaron hachas, cuchillos y armas de violencia a la casa de Dios.
Las víctimas estaban en medio de la plegaria silenciosa, recitando con reverencia palabras que abogan por la paz con la esperanza de que llegará un tiempo mesiánico en el que las personas morarán unas con otras en hermandad y tranquilidad. Tenían puestas sus filacterias, tefilín, señales de la cercanía con Dios en nuestras manos y mentes, y estaban envueltos en sus mantos de rezo cuando fueron brutalmente ejecutados por personas a quienes esta santidad les parecía provocativa.
¿Podría haber algo más horrible que esto?
La respuesta palestina
Sin embargo, debemos llorar lágrimas de amargura por otra tragedia de magnitud comparable. Es la tragedia de lo que vino después del atentado, la tragedia que ilustra el verdadero horror de un crimen que nos hace preguntarnos si la humanidad tiene realmente el derecho de llamarse a sí misma "civilizada".
Para comenzar, estuvo la respuesta del mundo árabe, con el cual nos siguen exigiendo que hagamos la paz como si fuéramos nosotros los que estamos peleando guerras en nuestra contra para eliminarnos y rehusáramos reconocer nuestra propia existencia. Apenas se volvieron públicas las noticias de la masacre, los árabes comenzaron a repartir golosinas en las calles y a alabar a los "gloriosos mártires" que habían llevado a cabo la espantosa carnicería. El asesinato de personas inocentes no necesita justificación; cuando se trata de judíos, es motivo de celebración.
Abbas advirtió que no debía permitírsele a los judíos "contaminar" el Monte del Templo.
También estuvo la respuesta del líder palestino, Mahmoud Abbas, cuyo nombre raramente aparece en los medios de comunicación sin el prefijo de "moderado", quien siguió el protocolo frente a los ojos del mundo occidental mientras, al mismo tiempo, glorificaba ante su pueblo a quienes llevaron a cabo este acto de violencia en contra de los judíos; acto que él había estado incitando durante los últimos meses.
Abbas también se aseguró de exigir que se pusiera término a las "provocaciones israelíes" que según él son la causa del levantamiento palestino. Pocos días antes del atentado, Abbas advirtió que ni él ni su pueblo dejarían que los judíos "contaminen" el Monte del Templo, y agregó que si habían plegarias en el lugar la situación terminaría transformándose en una guerra religiosa global. Para el "moderado" Abbas, los judíos no pueden rezar en el Monte del Templo —ni en cualquier sinagoga— con la esperanza de estar seguros y sobrevivir a la experiencia.
También estuvo la respuesta de Tawfik Tirawi, ex jefe de Seguridad Palestina Central en Judea y Samaria y miembro del Comité Central de Al-Fatah, quien le dijo a una estación de radio que el ataque "no fue sino una reacción ante los recientes crímenes de la ocupación y a los colonos que habitan en la Jerusalem ocupada y a lo largo de toda la nación".
También estuvo la respuesta de Hamás, con quienes los humanitarios del mundo demostraron su solidaridad hace pocos meses. La organización publicó un mensaje en su página web oficial (Al-Resalah) en el que llamaba al atentado de la sinagoga un "avance de calidad en la guerra contra la ocupación" (es decir, la inexistente ocupación de Gaza), y declaró: "Valoramos altamente el heroísmo de quienes lo llevaron a cabo".
El portavoz de Hamás, Sami Abu Zuhri, alabó el ataque en una entrevista con el canal Qatarí de noticas Al-Jazeera y lo catalogó de "heroico", haciendo un llamado a que se realicen más ataques de esta índole para "detener la agresión de la ocupación en contra de los lugares sagrados del Islam".
También estuvo la respuesta de los medios de prensa que continuaron con el tipo de "periodismo balanceado" con el cual nos trataron cuando Israel tuvo que luchar para defenderse de los ataques de misiles que caían en todas partes del país. La BBC tituló la noticia como "Policía de Jerusalem mata a disparos a dos (palestinos) luego de un aparente ataque contra una sinagoga". Aparentemente, no valía la pena mencionar a los cuatro rabinos que fueron asesinados.
El titular de la CNN (después de haber dicho inicialmente que el ataque ocurrió en una mezquita) fue: "'Cuatro israelíes y dos palestinos asesinados en ataque a sinagoga', declara la policía local", el cual dejaba al lector con la pregunta de si los dos palestinos también eran víctimas del ataque o no, dándole una equivalencia moral a los terroristas y a sus víctimas.
Esperando en vano
Pero mucho más significativo que todo lo anterior fue la respuesta de aquellos que están a la cabeza de las críticas en contra de Israel; de aquellos que piden el boicot al estado judío; de aquellos que marchan por las calles de Europa simpatizando con la causa palestina; de aquellos que ostensiblemente no pueden guardar silencio ante una injusticia.
Con el silencio del mundo, la hipocresía ha quedado al descubierto.
¿Cuál fue la respuesta? ¿Cuál fue la reacción ante el asesinato de rabinos que tenían las palabras de Dios en sus labios?
Esperamos, y esperamos en vano que hubiera alguna voz de condena. Pero ahora entendemos. La hipocresía ha quedado al descubierto. Nunca se ha tratado de compasión por los inocentes palestinos. Eso simplemente era un camuflaje para el antisemitismo. El silencio del mundo lo dice todo. Los horrendos asesinatos de Jerusalem no han motivado ninguna demostración, no han inspirado ninguna revolución y no han llevado a ningún gobierno a denunciar el terror árabe.
Lo acontecido luego del atentado me hace llorar más que todo: lloro por un mundo que aún no comprende que al no lamentar el asesinato de judíos como debería, está plantando las semillas de su propia destrucción.
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