El embajador de Israel, sobre Irving
Sr. Director:
En la edición de EL MUNDO del 30 de agosto se anunciaba la publicación esta semana de una serie de entrevistas a varios destacados especialistas conmemorando el 70 aniversario del inicio de la Segunda Guerra Mundial. Lamentablemente, han encontrado apropiado incluir entre los entrevistados al negacionista del Holocausto David Irving. Es cierto que indicaban que sus opiniones «ofenderán a muchos» pero el problema no es la ofensa o la polémica, sino la ausencia de cualquier referente moral, histórico y ético por parte de quien ha tomado la decisión de entrevistar a Irving junto a importantes expertos en la materia. La decisión responde a una postura que pone al mismo nivel las palabras de acreditados historiadores e intelectuales y las de un charlatán falsificador criminal que cumplió una pena de prisión en Austria.
Uno de los fenómenos perversos relacionados con el llamado post-modernismo es la falta de voluntad, que lleva a la pérdida de la capacidad de diferenciar entre la verdad y la mentira, lo importante y lo superfluo, lo alto y lo bajo. Ya no hay una verdad, solamente existen narrativas. No hay jerarquía, todo está al mismo nivel moral. Todo está en el mismo nivel ético: el asesino y su víctima, el sabio y el ignorante, la ópera de Mozart y el último engendro de la música pop. No ha de extrañar, pues, que desde esta perspectiva, los valores éticos fundamentales se tambaleen y resulte difícil identificar los valores auténticos en el océano de basura que los rodea.
Un acompañante de este clima venenoso es la estereotipada multiculturalidad; puesto que si no hay jerarquía, estaremos obligados a aceptar lo diferente, «el otro» (término cliché en este contexto). Ya sabemos de azafatas de líneas aéreas europeas obligadas a cubrirse el rostro en algunos aeropuertos, y no parece lejano el día -o quizás ya ha llegado- en que algún «liberal» se levante exigiéndonos aceptar la poligamia, la ablación del clítoris o la lapidación de las adúlteras. ¿Quiénes somos nosotros para fijar qué es bueno y qué es malo?
No. Aquí no estamos ante un caso en el que pueda invocarse el derecho a la libertad de expresión. El único derecho que no está limitado es el derecho a la vida. Para la libertad de expresión hay (y debe de haber límites). Estoy convencido de que para usted también los hay, y que ciertas cosas no las publicaría.
Por lo tanto, la desafortunada decisión de entrevistar al criminal Irving no puede justificarse en nombre de la libertad de expresión; sólo es reflejo de la falta de ética por parte de su responsable, de su desprecio a los lectores, a los otros entrevistados y, obviamente, al propio diario. No es más que una provocación barata en la línea del peor sensacionalismo.
Le agradecería que anulara la decisión de publicarla.
Raphael Schutz.
Embajador de Israel.
Fuente: El Mundo-España
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