domingo, 6 de septiembre de 2009

Emblemática masacre


Emblemática masacre
Gustavo D. Perednik
El autor de Matar sin que se note
recuerda en esta nota otra matanza islamista: la de Hebrón de 1929
El gobierno israelí ha comenzado a investigar el financiamiento de algunas organizaciones que abusan de la libertad de prensa y de movimiento en Israel, para diseminar calumnias sobre supuestas violaciones hebreas a los derechos humanos.
Estas campañas, costeadas por dinero europeo, confían su éxito al hábito de muchos medios de prensa: agitar «la causa palestina» en vez de informar, tarea que es más trabajosa que demonizar al Estado judío. Así, difunden las imputaciones sobre «culpas israelíes», pero guardan silencio cuando éstas son desmentidas. Como la «causa» está por encima de la verdad, los muchos europeos que ensalzan al nacionalismo árabe en Palestina nunca revisan sus orígenes.
Dicha revisión impondría dos verdades políticamente incorrectas: que el movimiento árabe es muy joven, y que surgió como una extensión del nazismo en Oriente Medio. Aunque resulte incómodo para sus secuaces en Occidente, los protagonistas árabes admitieron sin empacho su afiliación nazi. El primer gran líder de los árabes palestinos, Hajj Amin al-Husseini (1895-1974), predecesor y héroe de Yasir Arafat, instigó en 1920 al Pogromo de Jerusalén que obligó a crear la «Haganá»o autodefensa judía.
Hajj Amin al-Husseini (1895-1974)
Husseini fue excarcelado gracias a la política británica de apaciguamiento para con los árabes, y luego fue promovido al cargo de Gran Mufti de Jerusalén. Como es norma, el apaciguamiento no funcionó, y el Mufti procedió a financiar el terrorismo antijudío desde algunas bandas clandestinas como Al-Fida’iya («autoinmolados») y al-Ija’ wal-‘Afaf («Hermandad y pureza»).
Instigador de la llamada Gran Revuelta Árabe de 1936, un año después parece haber sido el anfitrión de Adolf Eichmann en Palestina y, después de asesinar a su hermano (el más moderado Abdulla), participó del golpe germanófilo en Iraq en 1941.
Husseini con Hitler el 20 de noviembre de 1941
Cuando éste fracasó, se trasladó a Berlín donde se reunió con Hitler el 20 de noviembre de ese año. Husseini ofreció el apoyo árabe a extender la «solución final» a Palestina, y permaneció en Alemania hasta el fin de la guerra, reclutando voluntarios musulmanes para el nazismo. Montó la División 13 de las SS («Handzar») que aniquiló a los judíos de Bosnia.Husseini pasa revista a tropas SS en noviembre de 1943
Se sabe que visitó varios campos de exterminio. Ésta era su meta; no un Estado palestino. Por ello, raramente se publica su biografía ni se exploran sus motivaciones.
En efecto, el antisionismo europeo prohíbe ciertas preguntas, tales como por qué razón los árabes palestinos no reclamaron un Estado propio hasta 1967, o qué fue la matanza de Hebrón de hace ocho décadas.
Ésta, que detallaremos a continuación, fue el resultado directo de las diatribas de Husseini y de uno de sus fanáticos, Aref el-Aref, quien pronunció en Hebrón, el jueves 22 de agosto de 1929, la incendiaria arenga que obró de detonante.

A partir de la noche del 23 de agosto, y durante tres días, la pacífica comunidad hebrea de Hebrón, de unas 800 personas, fue objeto de un terrorífico ataque árabe que asesinó a 67 judíos desarmados y obligó a todos los demás a escapar de la ciudad, que a partir de ese momento permaneció «Judenrein» por primera vez en muchos siglos. Esta historia milenaria merece una breve revisión.
Ubicada a treinta kilómetros al Sur de Jerusalén, Hebrón también es antiquísima. Artefactos de la Edad de Bronce fueron hallados en sus inmediaciones, y se considera bastante precisa la fecha de fundación de 1727 aec aludida en la Biblia Hebrea (Números 13:22).
Hebrón simboliza los albores de la historia judía, ya que hace tres milenios el rey David la eligió como sede de su monarquía (2 Samuel 2:11) y, aún un milenio antes, el patriarca de la nación hebrea, Abraham, adquirió allí su terruño (Génesis 23:16).
Durante la Edad Media visitaron la ciudad, entre otras personalidades: Maimónides (1166), Benjamín de Tudela (1171) y Petajia de Regensburg (1176). Najmánides, quien arribó a Eretz Israel en 1267, solicitó por escrito ser enterrado en Hebrón. Más tarde llegaron Meshulam de Volterra (1481) y Obadiah de Bertinoro (1488).
A partir de 1492, muchos expulsados de España, incluidos cabalistas de renombre, se establecieron en Hebrón. La consolidación de la comunidad comenzó en 1540, con el arribo de Malkiel Ashkenazi, su primer rabino, que inauguró casi cuatro siglos de convivencia pacífica con los árabes locales.
En 1925, debido al volcán judeofóbico en Europa, la escuela talmúdica («yeshivá») Slobodka se trasladó íntegramente desde Lituania a Eretz Israel, y sus 120 estudiantes aumentaron la población judía de Hebrón a 800 personas (de una población total de 18.000). Cuatro años más tarde, con 200 estudiantes se había transformado en la mayor yeshivá de la judería palestina de marras.
Uno de sus estudiantes, Dov Cohen, recuerda en sus memorias que la vida era tan pacífica que un solo jefe policial británico cuidaba de la ciudad entera. En efecto, el único policía en Hebrón, Raymond Cafferata, comandaba una pequeña fuerza local árabe (18 agentes montados y 15 a pie).
La noche del 23 de agosto, jóvenes árabes comenzaron a arrojar piedras contra los estudiantes judíos. Mataron a uno, Samuel Rosenholtz. El rabino Jacob Slonim invitó a todos a refugiarse en su casa, en donde tenía un revólver.
A las 8 de la mañana del sábado, una muchedumbre árabe rodeó la casa con garrotes, hachas y cuchillos. El único agente policial no fue suficiente para detenerlos cuando penetraron en las propiedades de los judíos.
El pogromo de Hebrón
Los árabes exigieron del Rabí Slonim que entregara a todos los ashkenazíes, a cambio de lo cual perdonarían la vida de los sefarditas. El rabí se negó y lo mataron expeditamente. En total, 12 sefarditas y 55 ashkenazíes fueron asesinados.
Diecinueve familias árabes, lideradas por Abu Id-Zaitoun, salieron a proteger a los judíos, y así salvaron la vida de varios centenares.
Husseini fue entrevistado por el periodista holandés-canadiense Pierre Van Paassen (1895-1968), quien en su autobiografía (Días de nuestros años, 1939) describió la masacre:
«Mientras los árabes de la ciudad de Hebrón dejaban sus lugares de plegaria el viernes 23 de agosto de 1929, entre ellos se distribuyeron fotografías trucadas de la mezquita de Omar en ruinas, con la inscripción de que la misma había sido bombardeada por sionistas… Un judío que caminaba hacia la sinagoga fue acuchillado hasta morir. Cuando supo del asesinato, el Rabí Slonim, que había nacido y crecido en la ciudad y que era amigo de los notables árabes, informó al policía local que los árabes parecían estar extrañamente incitados.
La respuesta fue que no se entrometiera en lo que no le competía. Una hora más tarde, una horda atacó la sinagoga y los judíos que allí rezaban fueron asesinados. En la mañana del sábado la yeshivá fue saqueada y sus estudiantes asesinados… los judíos se refugiaron en la casa del Rabí Slonim y permanecieron allí hasta la noche, cuando la muchedumbre apareció ante la puerta. Como no pudieron quebrarla, los árabes treparon los árboles detrás de la casa, se lanzaron a su balcón y penetraron por las ventanas del primer piso. Se apersonó la fuerza montada de árabes que trabajaban para el Gobierno británico, y los judíos salieron de la casa implorándoles que intervinieran, mientras desde adentro de la casa se oían gritos aterradores.
Los policías se alejaron galopando, permitiendo que los jóvenes fueran asesinados en la calle por árabes que llegaban desde todas partes para la orgía de sangre… Contemplamos el techo ensangrentado, y las habitaciones que parecían un matadero. Visité el lugar en compañía de un ex oficial de artillería austriaco y de un corresponsal del viejo Berliner Tageblatt… mesas y ventanas habían sido destruidas, y vimos genitales y pechos de mujer esparcidos en el suelo. Mientras observábamos la destrucción, un soldado británico abrió la puerta con una bayoneta. Entró el gobernador del distrito de Yafo, Keith Roach, seguido de un coronel. Miraron en derredor y Roach preguntó: «¿Almorzamos ahora o vamos primero a Jerusalén?»
La flema de los ingleses ante la brutal agresión condice con la información de que estaban alertas de la inminente violencia, ya que el Alto Comisionado Británico había ordenado a varios hospitales que prepararan camas para atender el estallido de los desmanes. Por ello, el día de la matanza, un gentío de árabes vociferaba en Jerusalén «¡Muerte a los judíos! ¡El gobierno está con nosotros!»
Según el testimonio de Raymond Cafferata: «Cuando escuché los alaridos desde la habitación, subí por un túnel y vi a un árabe degollando a un niño con su espada. Cuando me vio se lanzó contra mí, pero falló». En Hebrón se decapitó a bebés, se castró a hombres, se violó y torturó; se amputaron manos y dedos.
Protegidos por vecinos árabes, sobrevivieron 435 judíos.
Al mediodía llegaron refuerzos británicos, y los árabes detenidos fueron obligados a enterrar los cadáveres de las víctimas en tumbas colectivas. Mientras lo hacían, cantaban celebrando su hazaña. El Alto Comisionado, John Chancellor, visitó la ciudad después del pogromo, y escribió a su hijo: «No creo que la historia registre muchos horrores peores que éste en los últimos siglos».
A mediados de junio pasado, quien escribe estas líneas visitó Hebrón por última vez, en celebración de la boda de una sobrina. Unos quinientos judíos viven hoy en la ciudad, cuya población total llega a 150.000 (en 1967, los árabes de Hebrón sumaban 40.000).
La pequeña y pujante comunidad hebrea retornó a Hebrón a partir de la Pascua de 1968; su presencia allí es garantía de que la violencia judeofóbica no sea premiada con la exclusividad árabe en la ciudad, según exigen muchos árabes y sus aliados europeos.
Frente a ellos, hay árabes que anhelan paz y convivencia, como el Sheikh Abu Khader al-Jaberi, heredero de aquellas valientes familias que en 1929 salvaron al remanente judío de Hebrón.
El liderazgo palestino no condena la matanza de Hebrón ni a sus perpetradores; y la política europea estimula precisamente a ellos.
Hebrón regala varias moralejas:
1) Que la perseverante enseñanza de la verdad histórica permitirá paulatinamente que los europeos conozcan en qué consiste el conflicto en Oriente Medio, muy lejos éste de ser una campaña liberadora contra el pérfido sionismo;
2) Que los medios tienen un rol fundamental en la instigación de la violencia. Hace ocho décadas, la foto trucada de la mezquita en ruinas; hoy en día, las caricaturas nazis en la prensa, como las del barcelonense Carlos Romeu Müller;
3) Que el Gobierno de ocupación británico en Palestino, lejos de ayudar a los judíos a crear su Estado, fue cómplice de la agresión árabe;
4) Que el movimiento nacional árabe palestino nació nazi, y jamás llevó a cabo una autocrítica al respecto;
5) Que la historia judía en Israel no tiene parangón en su antigüedad y continuidad, y que los temporarios alejamientos de los judíos de esta tierra siempre fueron impuestos por fuerzas foráneas;
6) Que actuar a favor de la exclusividad árabe en Hebrón es alentar a las bandas más sanguinarias y retrógradas de entre los árabes;
7) Que los palestinos valientes no son los que matan y educan a sus niños en la autoinmolación, sino los que, muchas veces a riesgo de sus propias vidas, optan por defender la paz.


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