Me hicieron la pregunta el miércoles en una cena en el Centre Moral de Gràcia, una entidad fundada en 1869 que ha conseguido mantener vivo el espíritu cívico de sus orígenes. "¿Por qué este odio contra Israel?". Más allá del análisis ponderado de un conflicto, lo cierto es que España se ha convertido en un foco antiisraelí tan obsesivo, que ya aparece en los estudios sobre intolerancia. Por supuesto, no es ajeno al activismo antiisraelí el apoyo público que muchos grupos reciben de partidos de izquierda, hasta el punto de que si alguien quiere conseguir una subvención, que monte un chiringuito propalestino. Tampoco es ajeno el relato estalinista de décadas de demonización de Israel, convertido para los militantes del viejo comunismo, en el colmo de la maldad "imperialista". ¿O es que nos hemos olvidado de la historia? Y si el relato estaba construido, también lo ha estado un enorme edificio de mentiras que ha sustentado una leyenda sobre el conflicto, que ni se contrasta con los datos, ni resiste un serio análisis histórico. Sencillamente, mucho de lo que estos obsesivos antiisraelíes dicen tiene que ver con mitos inventados. Añadamos a ello que, a diferencia de otros países, como algunas bonitas dictaduras, contra Israel se atreve todo el mundo, primero porque es la nueva aventura de los aprendices de héroes, no en vano recibirán el aplauso fácil, se convertirán en cronistas de los micrófonos, los creerán como si fueran corresponsales y no militantes fanáticos (la información sobre Israel rompe el código deontológico del periodismo) y tendrán batallitas para los nietos.
Montar una flota contra Irán, por ejemplo, sería otro cantar. Por cierto, ¿dónde están estos cuando se mata a estudiantes en manifestaciones pacíficas en las calles de Teherán, o en nombre de Palestina se esclaviza a mujeres, se mata a disidentes y se preparan niños para la muerte? No. Sólo existe un conflicto, un malo israelí y una pobre víctima palestina. Y así, por arte de magia pijoprogre, un terrible conflicto que dura 60 años, que tiene a un pequeño país en guerra permanente, con enemigos poderosos que ocupan silla en la ONU y los amenazan con la destrucción nuclear, y siendo el objetivo de todas las organizaciones yihadistas del mundo, se reduce a una cuestión de buenos y malos, de niños y tanques, de imperialistas y oprimidos. Ahora volverán estos jóvenes que han ido a un país a hostigar a un ejército en una zona en conflicto, acompañados de ONG islámicas radicales, y financiados vaya usted a saber por quién. Serán recibidos como héroes. Y nadie recordará que son militantes de extrema izquierda, que no se comerían un rosco en ninguna elección, y cuyo fanatismo antiisraelí sólo se sostiene por la distorsión, la consigna y la mentira. "Enséñame un héroe y te escribiré una tragedia", dijo Francis Scott Fitzgerald. O un sainete.
Pilar Rahola
La Vanguardia. Barcelona.
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