martes, 12 de mayo de 2009

Soy el único sobreviviente de la familia


El día que estalló la guerra yo tenía 12 años". "Cuando entraron los nazis nos encerraron en ghettos". "Recuerdo tener que salir a la calle con la estrella amarilla cosida a mi ropa", "Estuve en 7 campos de concentración". "Fui salvada por una monja". "No hay en el lenguaje una palabra para describir la imagen que tengo de Auschwitz". "Soy la única sobreviviente de una gran familia",. "Estuve muchas veces muerta".

Las voces pertenecen a Liza Zajac de Novera, Stella Feigin, Eva Fon de Rosenthal, Moisés Borowicz, Rebeca Fiszman, Mira Kniaziew de Stupnik, Gina Ladanyi y Sabina Feinkind respectivamente. Los sobrevivientes del Holocausto gritan sin siquiera elevar su tono desde las páginas de Identidad, retratos de testigos de la Shoá, que acaba de publicar el Museo del Holocausto y que se presenta hoy en la Feria.

Cincuenta y cuatro rostros, pares de ojos, miradas, cicatrices. Cincuenta y cuatro firmas al pie "Si me preguntan por qué sobreviví no sé, pero puedo decir, para qué sobreviví. Lo hice para advertir al mundo de lo que pasó con un tercio del pueblo judío", se empeña Mira Kniaziew de Stupnik poco después de presentarse agregando a su nombre y apellido, el número 15.538 tatuado en Auschwitz.

Identidad nació como proyecto en 2007, motorizado por el Museo del Holocausto, y sumó sobrevivientes que viven actualmente en Buenos Aires. Muchos de los hombres y mujeres retratados por Walter Rovner para esta edición son los mismos que reciben a los visitantes del Museo.

"He muerto muchas veces" sentencia Sabina Feinkind mientras entrecierra los ojos y ladea un poco la cabeza, luego de mencionar que vio cómo sus padres fueron asesinados, sus hermanos muertos a palazos y sus hermanas quemadas y fusiladas. Feinkind cuenta que estuvo mucho tiempo oculta en un chiquero, que caminó hasta la frontera polaca con Checoslovaquia y que cuando fue liberada por los rusos fue declarada muerta y estuvo a punto de ser enterrada. Y no, no le tiembla la voz.

"Estuve en varios campos, les limpié las botas a todos y les hice las camas a todos, quiero decir que quienes trabajamos para los alemanes no éramos fieles a los nazis, era la forma que teníamos de sobrevivir", dice David Weinstock. Los relatos de los 16 sobrevivientes que hablan con Clarín salen con naturalidad, empiezan con un "Nací" y suelen terminar: "Esa es mi historia". Así cierra Sala Aleksander, tras contar que su mamá fue asesinada en Treblinka, y que ella fue concentrada en la fábrica de municiones Hassag.

En Treblinka también, dice Moisés Borowicz, vio desde el tren como "desengancharon los vagones traseros donde estaban mis padres y los gasearon. Cuando el tren reanudó su marcha, mi hermano saltó a las vías: lo ametrallaron".

"Lo que más me duele es no haber podido volver a la escuela, dice Sara Holcman. Se trataba de escapar, escapar de los ghettos, caminar de noche y ocultarse de día, como cuenta Lucía Fischler, o hacerse pasar por cristiana, y "temblar todo el tiempo por temor a que me pidieran los papeles que no tenía", recuerda Stella Feigin. Escapar alistándose en el ejército ruso, lo que salvó a Iefim Dubinsky o huir a la zona ocupada por los rusos. "Aunque como allí tampoco estábamos mejor intentamos volver a Varsovia -relata Ana Dress-, nos anotamos en unos transportes en los que creíamos que volveríamos a casa, pero no pudimos tomarlos porque mi mamá había lavado la ropa y no se secó. Nos quedamos y eso nos salvó".

Las palabras se acaban cuando todos los relatos se cierran con la afirmación: "Soy el único sobreviviente de mi familia", como suelta Simón Juan Lichtig y proyecta una sombra sobre todos los demás rostros.

Estarán hoy a las 20 en la Sala Julio Cortázar, en la Rural.
Fuente clarin.com

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