¿Nace un nuevo estado en Palestina?
Julián Schvindlerman
Comunidades 22/12/10
El 15 de noviembre de 1988 aconteció en Argelia una ceremonia singular: el Consejo Nacional Palestino declaró la independencia de Palestina. En horas de la madrugada, con la bandera palestina flameando y el acompañamiento de una banda militar argelina que tocó los acordes del himno nacional palestino, Yasser Arafat leyó la declaración de independencia del estado naciente. Se recitó poesía, se pronunciaron discursos y los delegados se felicitaron por la ocasión. Los países árabes y musulmanes, así como el bloque soviético, extendieron su reconocimiento; otros se sumarían posteriormente. Unos meses después, Arafat fue proclamado “Presidente del Estado de Palestina”.
Aquél fue un acto simbólico: la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) desesperadamente necesitaba dar señales de existencia en el radar político palestino. Exiliada a la distante Túnez luego de su derrota militar ante los israelíes en El Líbano en 1982, asediada por el surgimiento del Movimiento de Resistencia Islámico (Hamas) en las zonas disputadas a partir de 1987, desafiada por la determinación del Reino Hashemita de Jordania de poner fin al nexo legal y administrativo con Cisjordania en 1988, y urgida por tomar el control sobre la Intifada que agitaba a la población palestina, la OLP apeló a una declaración solemne para reafirmar su liderazgo. Sin el consentimiento israelí ni estadounidense, la iniciativa fracasó. Aunque en la Asamblea General de las Naciones Unidas, la placa de identificación de la delegación palestina pasó de ser “OLP” a “Palestina”. Eso no afectó apreciablemente el curso de los acontecimientos políticos ni para los palestinos ni para los israelíes.
Desplacémonos al presente y veremos un nuevo intento palestino en obtener reconocimiento diplomático global a su estado inexistente. A partir de la firma de los Acuerdos de Oslo de1993 fue creada la Autoridad Palestina, la cual gobierna a la población palestina residente en Cisjordania (y sólo nominalmente a la de Gaza), controla limitadamente territorios en disputa, y posee instituciones oficiales representativas, todo lo cual conforma una “entidad”, más no un “estado”, el que debe surgir, según lo acordado entre las partes, de las negociaciones. Como el liderazgo palestino no tiene la menor intención de alcanzar la independencia estatal por la vía de las tratativas, ha recurrido a la alternativa de forzar el surgimiento de su estado mediante una resolución de la ONU respaldada por la comunidad internacional. Sin embargo, en la actualidad, la entidad palestina no cumple con los criterios legales universalmente aceptados para obtener la categoría de estado: ejercicio de gobierno efectivo e independiente, la posesión de un territorio definido, control efectivo sobre una masa poblacional permanente y la capacidad de practicar libremente relaciones exteriores. Conforme ha señalado el experto legal Tal Becker, “la entidad palestina no se convierte en un estado bajo la ley internacional por meramente declarar unilateralmente ello”. De hecho, una entidad que reclama la categoría de estado y emerge de modo ilegal, bajo la ley internacional no es elegible para el reconocimiento.
Pero dejaremos las disquisiciones jurídicas para los expertos. Lo central aquí es la intencionalidad política del liderazgo palestino de escabullirse de sus obligaciones asumidas para con el Estado de Israel, eludir por completo las decisiones nacionales difíciles que debe adoptar para alcanzar la paz, y la mala fe de pretender lograr por medio de la argucia y la imposición lo que debe surgir por medio de la conciliación. Esta nueva iniciativa replay-Argelia expone para todo el que quiera ver la nula inclinación pacifista de los dirigentes palestinos (moderados, supuestamente), que ya ni siquiera aceptan sentarse a negociar con sus pares israelíes y piden por un diálogo indirecto con mediación extranjera mientras, simultáneamente, intentan crear considerable presión internacional sobre su socio de la paz. Arafat en Camp David 2000 redux.
Las declaraciones de reconocimiento al inexistente estado palestino proclamadas recientemente por los gobiernos de Brasil, la Argentina y Bolivia -más la afirmación de Uruguay de que seguirá esa senda el año entrante- no hacen más que hacer el juego a la intransigencia palestina. Lejos de estimular la componenda, con su actitud prematura, estas naciones la han complicado. Mahmoud Abbas estará complacido; los verdaderos pacifistas, defraudados.
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