miércoles, 18 de enero de 2012

No son religiosos, son delincuentes por Yerahmiel Barylka,Rabino ortodoxo

No son religiosos, son delincuentes
Por Yerahmiel Barylka
Cuando Iosef llegó a ver a sus hermanos, en seguida los reconoció, pero se hizo irreconocible para ellos. Les habló con dureza y les dijo: “¿De dónde han venido?”, a lo cual contestaron: “De la tierra de Canaán, para comprar víveres”. Así reconoció Iosef a sus hermanos, pero ellos mismos no lo reconocieron a él. Los versículos de Bereshit 42:6-8 suenan terribles, pero esta situación se produce reiteradamente en muchas familias y en muchos pueblos. Este incidente es un indicador y una enseñanza para todos nosotros. Como lo son otros sucesos acaecidos en esa familia, que es la nuestra.
Iehudá no reconoció a su nuera Tamar. Iaacov no reconoció a Leá, pensando que era Rajel. Itzjak no reconoció a Iaacov, porque pensó que era Eisav. Y ahora, los hermanos no reconocen a Iosef. Y por último, Iaacov no reconoce a sus nietos Menashé y Efraín. Hay algo más profundo en esos "desconocimientos".
Iehudá amaba a su hijo menor y temía entregarlo a Tamar. Iaacov amaba a Rajel. Itzjak a Eisav. Los hermanos no amaban a nadie más que a ellos mismos. Los nietos convocados con urgencia por la enfermedad del abuelo, llegan a él con las ropas de la corte con las que nunca antes se habían presentado ante Iaacov. El fruto de las mascaradas es bueno en el corto plazo pero terrible con el tiempo.
El disfraz no permite el amor. Iaacov paga alto precio por el robo de la bendición. Iehudá abandona a Tamar después de su parto. Leá nunca logra ser amada. Los hermanos de Iosef temieron de él hasta su muerte. Los seres humanos miramos lo externo y no podemos descifrar lo más profundo.
No son religiosos, son delincuentes
En nuestros días, jóvenes vestidos como observantes de las mitzvot, con peot al viento y largas faldas que barren la tierra, atacan a familias árabes, les roban sus ovejas, arrancan sus olivos, dañan sus automóviles, profanan sus mezquitas, y creyéndose impunes, atacan también a los soldados del ejército del Estado de Israel, quienes arriesgan sus propias vidas para protegerlos protegerles.
No son religiosos. Esas actitudes violan flagrantemente principios fundamentales de la Torá. Son delincuentes. Como tales hay que tratarlos. Llegó la hora de desenmascararlos.
Otros personajes vestidos con sombreros y ropa de color negro, discriminan y atacan a las mujeres, y algunos de ellos llegan a exigir a sus esposas que se vistan como mujeres del Talibán. Al hacerlo desenmascaran sus obsesiones por el sexo.
Ambos grupos invocan vanamente el nombre del Eterno. Algunos equivocados creen que son religiosos porque por sus ropas y peinados lo parecen, pero, no lo son.
En el baile de las máscaras, Hashem sabe perfectamente quién es quién. Y nosotros debemos desenmascararlos. Y cuando cometen delitos deben ser castigados sin piedad.
Al igual que en la historia de nuestros padres, de nada sirve que se disfracen hasta parecer irreconocibles. Al final todas las imposturas son descubiertas.

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