miércoles, 15 de diciembre de 2010

La otra presidenta


Ellen Johnson Sirleaf. Foto Archivo

Es una mujer distinta a la que nos acostumbramos a ver los argentinos. De baja estatura y regordeta, no se esmera en cambiar sus modelos de ropa ni en usar gruesos cinturones que le adelgacen la cintura. Cubre su cabeza con un turbante y, por lo tanto, no exhibe una larga cabellera con amplia onda frontal que le cubre la mitad del ojo derecho y obliga a coquetos movimientos de cabeza. No tiene ni tuvo un marido que la apuntalase en política ni haya servido en bandeja el más alto cargo de la nación. Su fuerte no se acantona en la elocuencia, sino en un alto profesionalismo técnico adquirido en Harvard, que le deparó cargos importantes en el Banco Mundial y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. Estuvo presa de verdad y padeció el exilio, también de verdad. Ahora enfrenta dificultades espantosas, porque su país viene en forma directa de una sanguinaria dictadura. Insisto: en forma directa, no de una dictadura que se invoca y muchos ni han conocido porque tuvo lugar varias décadas antes.

Se trata de la primera presidenta que conoce Africa: Ellen Johnson Sirleaf, electa al ser depuesto el demonio de Charles Taylor, que hundió su país en un mar de sangre para hacerse cada vez más rico y poderoso. Además, ese país sufrió dos guerras civiles que han expulsado a cientos de miles de ciudadanos y devastado la economía.

Su nación, sin embargo, fue la primera del continente en obtener la soberanía, tal como se entiende en los códigos de la modernidad. Hace casi dos siglos, en 1822, la Sociedad Americana de Colonización había marcado ese territorio como el sitio ideal para enviar a los afroamericanos liberados. Si bien no todos decidieron emigrar, la corriente que lo hizo fue muy numerosa y gran parte de los actuales habitantes descienden de aquel movimiento masivo.

En 1847 Liberia proclamó su independencia con ese nombre, que significa "Tierra de libres". La gratitud a los Estados Unidos fue manifiesta: se referían a sí mismos como "americanos". La bandera, forma de gobierno y estructura institucional revelan también dónde se inspiraban. Denominaron Monrovia a su capital, en homenaje al presidente James Monroe. Lo curioso es que todo esto había ocurrido antes de la Guerra de Secesión. El nivel cultural más alto que traían los inmigrantes produjeron fricciones con los nativos, pero estos acabaron asimilándose a los hábitos dominantes. Liberia funcionó durante un largo período como el emblema esperanzado de lo que podría ser un continente africano independiente. Ese modelo disgustaba, no obstante, a las más importantes potencias coloniales de entonces, que eran Francia e Inglaterra, quienes no cesaban de ejercer una irritante presión y hasta le quitaron porciones de su territorio.

Liberia pudo mantenerse en pie, sin embargo, y conservar el estilo de una democracia. Mucho más adelante Africa terminó por quitarse el resto de las cadenas coloniales (década de los 60). Pero en vez de marchar hacia la institucionalidad, cayó en un báratro de guerrillas y utopías que acabaron instalando en el poder a obscenos dictadores. Esa infección también atacó a Liberia, que en 1980 sufrió un golpe de Estado dirigido por un sargento que no provenía de la élite americo-liberiana, liquidó la república, hablaba de "socialismo" y permitió el ingreso masivo de agentes soviéticos. Luego se prestó al juego del soborno que facilitaba la Guerra Fría. Persiguió a la prensa e ilegalizó los partidos políticos disidentes. Un simulacro de elecciones en 1985, estruendosamente fraudulento, generó otro golpe de Estado, que pudo ser extinguido. Pero con horribles consecuencias, porque el sargento llenó las calles de cadáveres y las cárceles de opositores. Entre estos figuraba una valiente mujer llamada Ellen Jonson Sirleaf.

Estalló la guerra civil y Charles Taylor, con el apoyo de Muammar al-Gadafi, presidente de la República "Popular y Socialista" de Libia, tomó entonces el poder e inició la matanza más intensa que se conocía, donde incluso cayó un activista por los derechos de los niños, que había acusado con pruebas irrefutables de que se sometía niños al entrenamiento militar. La cantidad de muertos ascendió pronto a. ¡cientos de miles! Presiones internas y externas forzaron a que el monstruo de Taylor pidiese asilo en Nigeria, hacia donde se fue gritando "¡Si Dios quiere, volveré!".

Un gobierno de transición, con tropas de las Naciones Unidas, convocó a elecciones. Se esperaba que ganase George Weah, un futbolista de fama internacional. Pero ninguno de los 23 candidatos consiguió la mayoría necesaria y se celebró una segunda ronda entre los más votados: George Weah y Ellen Jonson Sirleaf, conocida por su honestidad y talento.

El claro triunfo de esta mujer despertó sorpresa y entusiasmo en Africa y el mundo. La nueva jefa de Estado se abocó enseguida a un programa de reparación a los enormes daños producidos por la locura bélica. Junto con la urgente solución de servicios básicos como agua, salud y electricidad, enfocó la busca de la Verdad y la Reconciliación.

Monrovia es ahora una capital cargada de dolor y miseria, calles sin asfaltar, viviendas precarias, hambre y seres con alteraciones mentales. La presidenta ni siquiera dispone de un despacho propio, porque la sede del gobierno fue destruida y tiene que trabajar en el último piso del ministerio de Relaciones Exteriores. Su austeridad es ejemplar en todos los rubros, incluso cuando debe ir al exterior, lo hace en un avión de línea, mezclada con los demás pasajeros. Reconoce que el continente no supo avanzar de forma consistente hacia estructuras que garantizaran el desarrollo. La falta de estabilidad espantó las inversiones y generó un crecimiento de la desocupación y el delito. Ellen Jonson Sirleaf busca colaboradores entre la gente de mayores méritos, no entre quienes le prometen fidelidad. En esto también se diferencia de los hábitos argentinos. Pero la acerca a otra presidenta notable, como fue Bachelet. Su objetivo nuclear es trasmitir al mundo que en su país rige la seguridad jurídica, la libertad de expresión y funcionan a pleno los organismos de control a las tareas del gobierno. Son objetivos notables que se deberían aplicar en muchas otras partes, porque atraen los capitales que abren fuentes de trabajo, borran la desocupación y mejoran la calidad de vida en todo el pueblo.
Marcos Aguinis
Especial para lanacion.com

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