By MICHAEL FREUND
12/17/2010
Estocolmo esta semana se unió a la larga y aterradora lista de ciudades occidentales apuntadas en los últimos años por el fundamentalismo islámico.
Por primera vez desde la década de 1970, la capital sueca normalmente tranquila fue golpeada por el terror el pasado sábado, cuando un atentado suicida, aparentemente frustrado, que el canciller Carl Bildt dijo que "podría haber sido verdaderamente catastrófico", sacudió su centro, hiriendo a dos personas. El autor, que murió de sus heridas, se dice que ha sido un iraquí que emigró al país de niño junto a su familia.
En los últimos años, según informes de varios medios de comunicación, el se radicalizó cada vez más y podría haber estado vinculado a Al-Qaida en Irak.
Momentos antes de las explosiones, que tuvieron como objetivo masacrar a multitudes de compradores navideños, la agencia de noticias TT recibió comunicaciones en árabe y sueco alertando de una "acción" no especificada.
"Nuestros actos hablarán por sí mismos", decían. "Ahora sus hijos, sus hijas y sus hermanas van a morir como nuestros hermanos, nuestras hermanas y nuestros hijos están muriendo." Asimismo, instaba a un levantamiento islámico en Suecia y otros lugares y a llevar a cabo nuevos ataques.
A pesar de la familiaridad escalofriante que muchos de estos detalles comparten con incidentes similares en otras partes de Europa, este último ataque de las fuerzas del Islam radical dejó a mucha gente rascándose la cabeza y haciendose una pregunta simple: Por qué alguien tomaria a Suecia por objetivo? Después de todo, pocos países tienen una reputación de ser más tolerantes, más abiertos y más aceptadores.
DE HECHO, SUECIA es ampliamente considerado como uno de los estados más liberales en un continente muy liberal, con amplios programas de bienestar social patrocinados por el estado y uno de los más altos niveles de gasto social como un porcentaje del Producto Bruto Interno.
Los suecos también abrieron sus puertas en las últimas décadas, permitiendo que ingresara un número significativo de inmigrantes musulmanes. Suecia, por ejemplo, aceptó más refugiados iraquíes huyendo del caos tras el derrocamiento de Saddam Hussein que cualquier otro país en el Occidente.
En abril de 2008, el alcalde de la ciudad de Södertälje testificó ante el Congreso de EE.UU. que su municipalidad con apenas 85.000 residentes había absorbido más refugiados iraquíes que EE.UU. y Canadá juntos. Los musulmanes constituyen en la actualidad un 5% de la población sueca, con una creciente influencia política y económica.
Así que la pregunta sigue siendo: Por qué los extremistas atacarían Suecia?
Los medios de comunicación se apresuraron a ofrecer las respuestas normales, y más bien poco inspiradas, con el The New York Times sugiriendo que el atacante era "desafectivo" y que habia "luchado para encontrar su lugar" en la sociedad sueca. Eso puede o no ser cierto, pero hay un montón de parias y extraños en toda comunidad, y no todos ellos catan explosivos a su cuerpo y tratan de mutilar a los inocentes.
Otros medios de comunicación sugirieron que la presencia de 500 soldados suecos en Afganistán, o un artista sueco en 2007 mostrando al fundador del Islam en la forma de un perro, son lo que pudo haber provocado la furia del atacante. Pero estas explicaciones simplemente no son suficientes. Todos ellos se pierden el punto, uno que ha sido llevado a casa una y otra vez desde el 11/S.
Para decirlo en la forma más sencilla posible: Estos ataques tienen poco que ver con lo que Occidente hace, y todo que ver con lo que Occidente es y representa. Los odiadores, asesinos y extremistas pueden apoderarse de este o aquel evento actual como una excusa para justificar sus acciones, pero lo que alimenta su extremismo es una visión del mundo que está empeñada en la dominación islámica del mundo.
Una pista de esto podría encontrarse en la amenaza enviada justo antes del ataque de Estocolmo, que decía en parte: "Ahora el estado islámico ha sido creado. Nosotros ahora existimos aquí en Europa y en Suecia. Nosotros somos una realidad. "
En otras palabras, el atacante se sentía parte de un movimiento más amplio, uno que está buscando no alterar la política occidental, sino la identidad y naturaleza mismas de Occidente.
Así que no importa lo mucho que algunos les gustaría creer que medidas como retirarse de Afganistán apaciguara o encarará las preocupaciones expuestas por los extremistas, ellos se engañan tristemente a sí mismos. En todo caso, el bombardeo de Estocolmo subraya la necesidad que los países occidentales adopten una postura más firme y sin concesiones contra el Islam radical.
LAMENTABLEMENTE, SUECIA no siempre ha adherido a esa línea. A principios de este año, por ejemplo, después que el ejército israelí interceptó la flotilla que planeaba llevar suministros a la Franja de Gaza controlada por Hamas, el ministro de Relaciones Exteriores sueco convocó al embajador de Israel para exigir una explicación. Poco después, los trabajadores portuarios de Suecia declararon un boicot de una semana a todos los productos y cargas israelíes.
Y en el otoño de 2009, después que un popular diario sueco acusó a soldados de Tzahal de matar a palestinos para robar sus órganos, el gobierno sueco rechazó las peticiones de Israel de condenarlo.
Así que incluso cuando adulaba a los extremistas islámicos, Estocolmo, al mismo tiempo no pudo reunir apoyo para su aliado más natural, la Israel democrática.
El "pecado" real de Suecia, por lo tanto, se reduce a la máxima del Midrash encontrada en Kohelet Rabá que el que es bueno con el cruel terminará siendo cruel con el bueno.
Al no tener una postura más firme contra el Islam radical, y se rehusandose a posicionarse por aquellos como Israel que sufren en sus manos, los líderes de Suecia, tal vez pensaron que se evitaban a sí mismos el terror siendo impuesto a otros países europeos.
El atentado del sábado pasado demostró cuán equivocados ellos podrían estar.
Fuente: The Jerusalem Post
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