Pilar Rahola
Rodeada de diputados y expertos de diversos lugares del mundo, reunidos en Jerusalén, en el prestigioso Global Forum for Combating Antisemitism, mi pregunta es por qué, históricamente, le ha preocupado tan poco a España esta grave lacra. Y más teniendo en cuenta que, tanto en el pasado - culpable primigenia de la estigmatización del pueblo judío-como en el presente - con la opinión pública más furibundamente antiisraelí de toda Europa-,España tiene mucho que accionar (y, sin duda, corregir) en la lucha contra la intolerancia más trágica de la historia. Es cierto que mi interrogación es retórica, porque conozco las raíces de nuestra indiferencia, pero no deja de ser una pregunta necesaria. Todos los países serios, incluso aquellos que concilian menos culpa,consideran el antisemitismo como la escuela más eficaz del odio, y su crecimiento es un termómetro de la salud moral de una sociedad. Aquí, en cambio, el antisemitismo no nos importa nada, como en su momento no nos importó nada el holocausto. Percibido como algo ajeno y, sobre todo, ideológico, España está tan dentro del problema, como fuera de la lucha por erradicarlo. ¿Es España antisemita? "No", gritarán al unísono gurús progres de todo pelaje y políticos ad hoc.Y, personalizando, el amigo de turno nos espetará el clásico, "no soy antisemita, soy antisionista" y se quedará convencido de su limpieza moral yde su bondad solidaria.
Sin embargo... todo cuadra, según los muchos observatorios internacionales contra la intolerancia, que tienen a España en la diana de su preocupación. Primero, porque estamos en el podio de la obsesión antiisraelí, y es aquí donde más alegremente se ha mezclado el holocausto con la causa palestina, se ha banalizado su horror en artículos y caricaturas, e incluso algunos políticos, de mucha empanada y corto vuelo, han llegado a pronunciarse contra la conmemoración de la shoah por solidaridad palestina. Es decir, no sólo no han entendido nada, sino que han hecho gala de una considerable maldad con la memoria trágica de Europa. Por supuesto, toda crítica a Israel no es antisemita, pero todo el antisemitismo actual se arropa bajo el cómodo paraguas de la fobia antiisraelí. Y, mayoritariamente, es de izquierdas, lo cual añade complejidad al fenómeno. Mentiras, manipulaciones, confusiones históricas, todo ha valido contra Israel, en un lamentable proceso de deserción del debate de ideas. Como he dicho en mi conferencia en el Global Forum, resulta sorprendente que tanta gente inteligente, cuando habla de Israel, se vuelva idiota. Y ello, los inteligentes, porque los de la extrema izquierda sencillamente muestran su natural intolerancia, no en vano contra Israel se encuentran, en alegre fiesta, los de la extrema derecha y los de la extrema izquierda. En este caso, no es que los extremos se toquen. Es que se besan en la boca.
Fuente: La Vanguardia-España
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