jueves, 1 de septiembre de 2011

La clave está en la educación


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Por George Chaya

La primavera árabe no solo esta favoreciendo considerablemente el avance de posiciones reivindicativas del integrismo, esta afectando la educacion, la convivencia multiconfesional y pluralista que aunque endeble estaba presente en paises como Egipto a modo de citar un ejemplo se ha roto y a punto esta de suceder lo mismo en Siria.

El avance del integrismo militante y la gravedad de las distintas crisis económicas en la gran mayoria de los paises movilizados no hicieron sino acentuar la decadencia en la deprimida política educativa de la region y la emigración continua vaciando a varios países arabes de muchos de sus educadores mas relevantes. En tal contexto, no es realista ni justo esperar que el currículo o la educación en su conjunto impidieran la violencia política o la guerra civil. Elementos como el civismo, la educación liberal y la libertad económica estuvieron ausentes en el currículo desde los últimos 40 años. Los encargados de su elaboración supusieron que las sociedades árabes podían tornarse homogéneas con un mínimo de buena voluntad y esfuerzo sin tener en cuenta las profundas divisiones que genera la verdadera confrontación existente entre Arabia Saudita (sunita) y el Irán (persa-chiíta) esta puja subyacente colaboro en destruir las instituciones de varios estados árabes y desde luego, la educación y formación académica de los jóvenes en todos sus niveles.

El diseño curricular actual continua siendo insuficiente en relación a la integración de la participación de la comunidad por centrarse en un extenso cuerpo de información que no tiene en cuenta los asuntos sociales, cívicos y políticos vigentes y no estimula el desarrollo de aptitudes para el análisis, la evaluación, el pensamiento crítico y demás competencias necesarias. Es difícil imaginar cómo los alumnos podrían superar sus diferencias sociales y religiosas si no se diagnostica, debate y evalúa tratando de resolver los importantes problemas a los que se enfrentan sus comunidades y, menos aun, si los alumnos no participaban en las actividades de sus respectivas comunidades a fin de aprender a compartir a ser miembros de su sociedad.

En el contexto de violencia y represión actual, no parece que las escuelas árabes consideren prioritario dedicar tiempo y energía en favor de la cooperación social para inculcar un espíritu de responsabilidad cívica común. Ello sumado a que las demasiadas energías regionales han calado profundo no solo en lo político sino que han llegado a influenciar en la formación de los estudiantes a través de la injerencia sobre las autoridades de escuelas y universidades. Esto se aprecia en el contenido de libros de texto y manuales utilizados y no ayuda a enfrentarse a los problemas sociales y nacionales. Un análisis del contenido de los libros de texto de educación cívica utilizados en las escuelas árabes desde los años ochenta muestra que se hace más hincapié en la cooperación dentro de la familia y el clan que entre los miembros de la sociedad en general y estos libros continúan en uso en la actualidad.

En el desarrollo de un tema sobre elecciones, por ejemplo en Gaza, se enumeran todas las leyes y reglas relativas al proceso electoral, pero no se alienta a los alumnos a votar ni a participar en campañas electorales en el futuro. Los libros de texto de educación cívica no se refieren a la equivalencia religiosa entre Saudi Arabia y Europa o Israel lo que señala que en realidad esas sociedades son intolerantes en materia de afiliación religiosa o política (y allí se explican los asesinatos y las persecuciones que la historia ha marcado en el mundo árabe). Así pues, los alumnos no estudian nunca las diferencias o los conflictos religiosos y sociales ni los modos de solucionarlos. Hay una evidente contradicción entre el modo en que en las instituciones educativas y los libros de texto describen el funcionamiento (supuestamente) armonioso de la sociedad en la que los alumnos viven y la profundidad y la capacidad de destrucción de la discordia religiosa y social en sus vidas cotidianas.

Hay algunos intelectuales árabes que sostienen que entre los cambios que la primavera árabe traerá se evaluaran nuevas directrices para la reforma de la educación. Ésta supondría la elaboración de nuevos planes de estudios y la unificación de los libros de texto de historia y de educación cívica junto a la elaboración del currículo y la redacción de libros de textos para el sector público, nada indica eso ocurrirá. La religión es un factor importante de socialización en la vida de las personas y ello debería destacarse en aspectos positivos entre las comunidades. Esto debería suponer el rechazo de los actos negativos cometidos en nombre de cualquier religión, pero no ha sucedido de esta manera, la influencia religiosa continua empañando de forma negativa cualquier dimensión social y cívica y esto continuara sucediendo hasta que se reconozca la educación debe apartarse de interpretaciones extremas, ello dará lugar a una sociedad unificada, abierta y humanista. Es responsabilidad de las autoridades políticas y educativas comprender que la importancia y la coexistencia entre los ciudadanos es lo relevante, pero ello debe darse en el marco de verdaderos principios basados en la libertad, puesto que carece de legalidad una autoridad que contradiga estos conceptos o irrespete la libertad personal al tiempo que apoya a aquellos que imponen sus ideas por medio de la fuerza, la amenaza y el crimen.

Se puede afirmar que el diseño curricular oficialmente propuesto, esto es, el plan de educación, el marco curricular, los programas escolares y los libros de texto están bien concebidos con miras a promover la unidad social y la educación cívica en varios países árabes. Pero también es cierto que lo que realmente cuenta en última instancia son las prácticas educativas pertinentes y los resultados de la enseñanza. Ésta es la función de los maestros y profesores, el personal docente es el elemento clave en el éxito o el fracaso de cualquier plan de educación. Pero los educadores son miembros de comunidades que forman parte de la sociedad en general y es previsible que muchos de ellos lleven a las aulas sus problemas sociales y sus puntos de vista personales. Por consiguiente, la formación de los docentes deberá centrarse en sus actitudes y aptitudes a fin de fomentar actitudes positivas en ellos y mejorar sus competencias. Hasta tanto maestros y profesores no estén convencidos de la importancia de la cohesión social y no dispongan de libertad de cátedra por presiones religiosas será en vano esperar alguna mejora. En consecuencia, aspectos de suma relevancia como la paz, el desarrollo y el futuro de las nuevas generaciones estarán seriamente comprometidos.DIARIO DE AMERICA



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