Los rabinos nacionalistas
Por Abraham B. Yehoshua, escritor israelí
Durante las últimas semanas, los rabinos de la corriente religioso-nacionalista, y en especial aquellos de las colonias judías en los territorios palestinos o en zonas de Judea y Samaria, se han puesto al frente de la oposición contra la decisión del Gobierno israelí de paralizar diez meses la edificación de más asentamientos.
Algunos incluso han emitido decretos en los que piden a los soldados procedentes de las escuelas rabínicas que se nieguen a cumplir la orden de evacuar colonias judías y, además, protestan contra cualquier intención del Gobierno de retomar las negociaciones de paz con los palestinos con el fin de establecer en el futuro un Estado palestino.
Entre estos rabinos que aparecen a menudo hablando en televisión los hay moderados y los hay extremistas, pero todos coinciden en exigir con vehemencia que se cumpla el mandato divino de que todo el territorio de la Tierra de Israel, según la Biblia, esté bajo soberanía judía.
Cuando observo a estos rabinos, tan convencidos y equipados ahora de versículos bíblicos, me pregunto dónde estuvieron durante siglos los antepasados de todos estos rabinos, muchos de los cuales conocerían muy bien la ley y los textos relativos al carácter sagrado de la Tierra de Israel. Es decir, me pregunto por qué ese pensamiento religioso que aboga por la sacralidad de la Tierra de Israel y exige no renunciar a ningún pedazo de ella no empujó en aquellas generaciones a miles de judíos a emigrar a esta tierra, que por entonces estaba poco poblada. ¿Por qué judíos de Siria, Iraq, Egipto, Grecia y de todo el imperio otomano, del cual Palestina era una provincia más, no decidieron entonces emigrar a la Tierra de Israel movidos por ese mandamiento religioso de asentarse en una tierra tan sagrada y querida? ¿Y por qué tampoco lo hicieron los judíos religiosos de Europa, muchos de los cuales en cambio sí iban emigrando de país en país?
Y esto lo pregunto precisamente porque algunos de mis antepasados sí emigraron a Palestina demostrando de esa manera que era posible salir del mundo de la diáspora. Mi tatarabuelo, rabino en la ciudad de Praga, emigró a mediados del siglo XIX a Jerusalén. Y esto mismo hicieron otros rabinos de mi familia por aquel tiempo; dejaron la ciudad de Salónica, por entonces bajo el imperio otomano, y se instalaron en Jerusalén. Pero lo cierto es que fue una minoría la que actuó así, tanto entre los askenazíes, que vivían en países cristianos, como entre los sefardíes que vivían en tierras musulmanas. En todo caso, lo que está claro es que durante siglos era factible irse a vivir a la Tierra de Israel sin tener que esperar a que estallase con fuerza el antisemitismo que urgiera a cumplir ese precepto religioso, tan importante ahora para los rabinos nacionalistas.
A esto hay que añadir un dato bien curioso: en los siglos anteriores al sionismo la mayoría de los rabinos desaconsejaban emigrar a la Tierra de Israel, y cuando surgió el sionismo las comunidades jasídicas de Europa oriental se opusieron a él. Digamos que existía una teología judía según la cual vivir en la Tierra de Israel no era tanto un mandamiento sino un sueño mesiánico que sólo Dios podía materializar. De hecho, existen hoy en día numerosas comunidades religiosas tanto fuera como dentro de Israel que cuestionan el Estado judío y que lo consideran tal vez un mal necesario y no el cumplimiento de un importante precepto religioso. ¿Cómo se puede entender esta contradicción? Es decir, por un lado, indiferencia durante siglos hacia la necesidad de asentarse en la Tierra de Israel, y por otro, la actual sacralización de esa Tierra que lleva incluso a rebelarse contra un gobierno laico y democrático.
En la raíz de esta cuestión se halla el principio esencial que proclama: “No hay Israel sin Torá”, lo que significa que no tiene valor un gobierno legitimado por criterios democráticos; el carácter soberano de un gobierno viene dado por la Torá y las leyes religiosas y los únicos autorizados para interpretarlas son los rabinos.
El fervor religioso hacia la Tierra de Israel utiliza el territorio sólo como un elemento o pretexto para desafiar al gobierno democrático y soberano, ya que la soberanía se interpreta desde un punto de vista religioso, y esa interpretación únicamente la pueden hacer los rabinos. Este constituye un viejo desafío que está en la base de la identidad judía y que se ha fortalecido en los últimos años con el aumento del número de israelíes que se definen como religiosos. Y a este desafío también tendrá que enfrentarse cualquier gobierno democrático en Israel que, para alcanzar la paz con los palestinos, pretenda evacuar colonias judías en los territorios ocupados en el 67.
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