lunes, 15 de noviembre de 2010
Un Fantasma turco recorre la Ópera del Medio Oriente
por: Moshé Rozén, (Desde Nir Itzjak, Israel) Horizonte web
A continuación, el autor del siguiente artículo, toma como referencia un clásico de la literatura, para exponer un marco teórico en el conflicto de poderes desatado en Medio Oriente, a partir del congelamiento diplomático entre los estados de Turquía e Israel, y el nuevo rol que pretende imponer Irán, con su programa de desarrollo nuclear, de claras intenciones bélicas
Hace 101 años, en noviembre de 1909 en París, se comenzó a publicar, en capítulos semanales, la novela que -con el correr del siglo- se adaptó al teatro y al cine convirtiéndose en el éxito de mayor atracción para los amantes de un género que combina intriga y misterio, sacarinado amor y un odio sutil y refinado: "El Fantasma de la Ópera". Haciendo una analogía con esta obra clásica de la literatura, podríamos, sencillamente, referirnos al conflicto diplomático desatado entre el Estado turco y el Estado de israelí.
La República de Turquía tiene, para Israel, ingredientes similares al de la ópera, con su inolvidable fantasma Erik.
Hasta el colosal triunfo británico de 1917, Eretz Israel-Palestina dormitaba en un largo y tedioso letargo otomano.
En 1923 el fantasma turco ensayó quitarse las cobijas orientales y balcánicas: y con Mustafa Kemal Ataturk trató de ingresar en otra ópera, en escenarios más próximos al occidente europeo.
Pero, en los últimos años, el telón parisino se ve algo descolorido tras siglos de colonialismo. Los turcos, ahora, redescubren a sus vecinos sirios e iraníes. El fantasma, oculto hasta ahora debajo del antiguo teatro, no va a permitir que Teherán se lleve las palmas. Ankara va a demostrar que no le van a ganar en la conquista de la órbita islámica.
Con casi mil setecientos millones de creyentes, el Islam dejó de ser un foco religioso y político de estructura arábiga para convertirse en un credo en permanente expansión: India, Indonesia y Pakistán albergan las mayores poblaciones de fieles musulmanes.
Turquía necesita de la adhesión política de las masas que componen la Umma -la comunidad, hasta ahora virtual, de los devotos del Islam- para ubicarse en el contexto geopolítico de nuestro tiempo.
Ankara percibe -también- que Washington, Londres, Bonn y París ya no apoyan a Jerusalem con el incondicional fervor de épocas anteriores.
Jerusalem, por su parte, parece resignarse a ver en Turquía la película de Irán: el aliado pérsico trocó la intimidad de lazos de los tiempos del Shá en la actual sombra de amenaza y hostilidad.
Turquía imita la provocativa retórica antiisraelí de Irán.
Por ahora, Turquía sigue siendo una república, formalmente, democrática y secular.
Pero, así como la diva de la ópera pereció bajo un pesado telón, es posible -digo, como ejemplo, nomás- que Irán tenga un destino similar al Irak de Sadam Hussein. En tal caso, no deberá sorprendernos que el próximo fantasma hable turco.
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