domingo, 7 de diciembre de 2008

El Medio Oriente en el 2009


Por Julián Schvindlerman

Comunidades 3/12/08
Durante la campaña electoral que llevó finalmente a los Demócratas al poder en Estados Unidos, el candidato a la vicepresidencia Joe Biden dijo: “Marquen mis palabras. No pasarán seis meses antes de que el mundo testee a Barack Obama…Les aseguro que eso sucederá”. Él tenía razón, pues la debilidad percibida invita a la agresión. Aún cuando no hemos visto todavía el temple de Obama en tiempos de crisis, con sólo dar una mirada panorámica a algunas de las amenazas que asoman en el horizonte del Medio Oriente, se obtiene sobrado sustento para tal evaluación.
Israel. El nuevo presidente norteamericano asumirá sus funciones el 20 de enero próximo. Menos de tres semanas más tarde habrá elecciones en Israel. Al momento, la competencia está dada entre la actual primer ministro y titular del oficialista Kadima, Tzipi Livni, y el líder de la oposición Binyamín Netanyahu. Por primera vez en la historia electoral de Israel desde que ambos partidos existen, el Laborismo no será el principal contrincante del Likud. Tal como algunos comentaristas han señalado, Livni seguramente se presentará como la política mejor posicionada para capitalizar el cambio habido en Washington al sugerir que Kadima tendrá mejores chances de lidiar armoniosamente con el Partido Demócrata que el Likud, cuyo jefe ha tenido roces en el pasado con la Administración Clinton por temas relativos al proceso de paz con los palestinos. Por su parte Netanyahu recordará a la nación que él ya fue primer ministro y ministro de relaciones exteriores, y que en tal capacidad supo mantener buenas relaciones con Washington a pesar de las diferencias, así como ministro de economía, lo que le da capital político extra en el marco de una crisis financiera global. Alejado del gobierno durante los años en los que Israel no logró derrotar completamente al Hizbullah durante la guerra del 2006 y en los que Hamas tomó violentamente el poder en la Franja de Gaza en 2007, y en un contexto de crecientes desafíos a la seguridad -e incluso a la existencia- del estado, el Likud podría emerger como un partido confiable en temas de seguridad. Al mismo tiempo, pocos habían anticipado que Kadima sobreviviría a su fundador Ariel Sharon, a los escándalos de corrupción de su líder Ehud Olmert, y a las confrontaciones bélicas con Hamas y Hizbullah. La palabra final a propósito de estas elecciones nacionales la sabremos recién en febrero.Gaza y Cisjordania. Once días antes de que Obama asuma la presidencia, expirará el mandato del presidente de la Autoridad Palestina (AP) Mahmoud Abbas. Éste ha dicho que permanecerá en ejercicio por al menos otro año más, apoyándose en una enmienda de la ley electoral local. Hamas sostiene que según la ley básica, el vocero del parlamento debiera reemplazar a Abbas a partir del 9 de enero. Resta por ver como se resolverá este diferendo; si mediante negociaciones pacíficas o a través de choques violentos. La AP está dividida en dos partes: Cisjordania en manos de Fatah, y Gaza bajo control del Hamas. Estas agrupaciones llevan al menos dos décadas luchando por el control político e ideológico del nacionalismo palestino. La política israelí a partir de 1992 en adelante ha favorecido la creación de un estado palestino independiente. Aún cuando su territorio era gobernado por una sola entidad unificada bajo el liderazgo emblemático de Yasser Arafat, y sin injerencias de Irán en el asunto, este objetivo no pudo ser alcanzado. Ahora, con Irán entrometido, el fundamentalismo islámico controlando la Franja de Gaza, a su vez provocando militarmente a Israel y amenazando la estabilidad interna de la AP, las posibilidades de alcanzarlo el año entrante lucen pobres. Hamás todavía no aceptó las tres condiciones para ser aceptado como un socio -reconocer a Israel, respetar acuerdos preexistentes, renunciar al terror- y es muy poco probable que lo vaya a hacer en el futuro. La agrupación extremista ya quebró el cese de fuego con Israel, y el récord de Fatah relativo a la contención del terrorismo de Hamas ha sido hasta el momento lamentable. Así las cosas, nada sugiere que el 2009 será un año tranquilo en las zonas palestinas; sea en la arena doméstica o en la relación con el estado judío.
Hizbullah. Antes del conflicto último con Israel en 2006, esta agrupación chiíta disponía de trece mil cohetes; hoy posee más de cuarenta mil. Entonces lo más lejos que podía llegar con sus cohetes era a Hadera; hoy éstos pueden llegar al Negev (incluyendo al reactor atómico en Dimona). En términos reales, controla la zona sur del Líbano. Tiene poder de veto en las decisiones del gabinete libanés y su influencia seguirá creciendo. Ha recibido el título oficial de Liberador de las Granjas Sheba y las aldeas chiítas de la Galilea, y ha acusado a Israel de estar detrás del asesinato del architerrorista Imad Mugniyeh en febrero de 2008, de quién juró vengarse. Según el general Amos Gilad, Director de la Oficina Político/Militar del Ministerio de Defensa, Hizbullah ha transformado al Líbano en una república bananera en la que su presidente (un general y ex comandante del ejército) no sabe cuándo su país se verá enredado en una nueva guerra con Israel. Quien decidirá ello, tal como la última vez, será Hassan Nasrallah, que está al servicio de sus patrones en Teherán. Una futura provocación militar del Hizbullah con toda probabilidad motivará una respuesta israelí mucho más contundente que la anterior, y esta vez la infraestructura oficial libanesa será considerada un legítimo objetivo militar. Con Hizbullah en el gobierno, una nueva guerra sería por definición interestatal.
Siria e Irán. Los pertrechos militares iraníes llegan a manos del Hizbullah a través de Siria. La distribución desde Irán no es clandestina; arriban al aeropuerto de Damasco. Siria alberga en su suelo a un puñado de grupos terroristas, apoya a jihaditas de Al-Qaeda en Irak, y ha procurado desarrollar secretamente una instalación nuclear (destruida por la fuerza aérea israelí a finales de 2007). En esta coyuntura, las tratativas indirectas entre Siria e Israel en Turquía no llegarán a buen puerto. Siria reclama los Altos del Golán como requisito para otorgar la paz, pero difícilmente Israel pueda ceder un terreno que podría ser usado como plataforma de ataque a una entidad de semejante reputación. Por su parte, Irán continúa desarrollando su programa nuclear y, a menos que sea detenido, no lo abandonará. Conforme ha sido informado por la prensa internacional en noviembre, ya posee material suficiente para construir una bomba nuclear; sólo permanece la incógnita acerca de su nivel de know-how científico. Un Irán nuclear alteraría sustancialmente el ambiente de seguridad regional, precipitaría una carrera armamentista nuclear, y sumergiría al Medio Oriente en una era de gran inestabilidad. Para la región y el mundo, Irán representa una amenaza estratégica pero para Israel significa una amenaza existencial. De una constelación de casi doscientas naciones existentes, solamente el estado judío fue nombrado explícitamente como objetivo anhelado para la obliteración. Jerusalem sabe ello y el año entrante podría resultar definitorio de persistir la irresponsable indiferencia global.
No necesariamente estos escenarios posibles se materialicen el año entrante, sea de modo parcial o total, aislado o simultáneo. Pero la probabilidad de ocurrencia no es baja. Si imperase el realismo, la sabiduría, y la racionalidad en las nuevas administraciones en Washington y Jerusalem -así como en otras capitales- seguramente estos desafíos serán acotados o, mejor aún, finalmente superados.

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