domingo, 2 de enero de 2011

El último abrazo de Ana Frank




Año 1945. En el campo de concentración de Bergen-Belsen, dos antiguas compañeras de colegio vuelven a verse. Nanette casi no reconoció a la autora del famoso diario. Ahora nos cuenta su emocionante reencuentro.

Dos antiguas fotografías retratan a dos niñas con ciertas similitudes: sonrisa fresca, ojos alegres y abundante cabello castaño. Eran adolescentes, de apenas trece años, cuando estas instantáneas se tomaron, poco después de la ocupación nazi de Holanda en 1940. Nadie podía imaginar cuál sería su destino.

Ana Frank
Ana Frank
A FONDO

Nacimiento:
12-06-1929

Lugar:
Francfort

“Cada una tenía su grupo de amigos. Ana era extravertida, le gustaba ser vista, hablar con los chicos… y su pelo”

“En el colegio teníamos cuidado de no hablar de nada, ni siquiera de lo que acontecía en casa: nunca sabíamos quién estaba de qué lado”

“Poco antes de su muerte, Ana estaba muy débil, casi reducida a un mero esqueleto, temblando de frío, con piojos”

La primera imagen corresponde a Annelies Marie o Anne Frank –en castellano, Ana Frank–, es mundialmente conocida en libros y documentales y está impresa en un sello alemán. La de la segunda fotografía es Nanette Blitz Konig –Nannie, como la llamaban entonces–, una de sus compañeras de clase. Esta foto se encuentra en su casa de São Paulo (Brasil), donde reside desde los años cincuenta. Nanette lo archiva todo cuidadosamente: retratos, documentos, el número de identificación que los nazis le asignaron e incluso la carta que Otto, el padre de Ana Frank, le envió antes de visitarla en el sanatorio donde se recuperaba tras la guerra.

"Ni Ana ni yo tuvimos adolescencia, pasamos de niñas a adultas; de estar juntas en clase, a ser deportadas en un campo de concentración. Sobrevivimos como el resto, en pésimas condiciones de vida".

Han pasado casi 70 años y Nanette Blitz Konig, holandesa nacida en el seno de una familia judía acomodada de Ámsterdam en 1929, posee una excelente forma física y una buena memoria. Su historia está irremediablemente vinculada a la de la familia Frank, pero es una de tantas víctimas de la discriminación racial que causó la muerte de seis millones de judíos, entre ellos millón y medio de niños. Es la única superviviente de su familia directa. Su padre, gerente en el Banco de Ámsterdam; su madre, nacida en Kimberly (Sudáfrica), y su hermano, todos ellos fueron deportados a campos de concentración. Jamás regresaron.

Desde hace años cuenta su experiencia en conferencias. Ha sido consultada por autores de libros como Ana Frank: la biografía, de la periodista austriaca Melissa Müller, y forma parte de un documental cofinanciado por un antiguo compañero de clase: Classmates of Anne Frank, dirigido por Eyal Boers. Hoy colabora con las historiadoras Maria Luiza Tucci y Rachel Mizrahi, del departamento de historia de la Universidad de São Paulo.

En mayo de 1940, las tropas alemanas ocuparon Holanda, que cinco días más tarde capituló. El antisemitismo latente se transformó en una implacable persecución. En Holanda, antes de la guerra había unos 140.000 judíos. De ellos, unos 100.000 fueron deportados y regresaron poco más de 5.000. Nanette explica: "Las personas denunciaban por dinero; hoy nadie quiere acordarse. Solo una minoría de holandeses ayudó a los judíos. La resistencia representaba el 1% de la población. Tuvieron mucho coraje porque algunos serían deportados o fusilados".

Los profesores y trabajadores públicos judíos fueron obligados a dimitir a finales de 1940, como hizo el padre de Nanette. El objetivo era destruir la colonia holandesa judía, que a partir de marzo de 1941 fue obligada a registrarse. Prohibieron las bicicletas, el transporte público, la asistencia a los cines, parques y otros espacios compartidos. La población debía permanecer en casa entre las ocho de la noche y las seis de la mañana, y finalmente los judíos fueron obligados a depositar sus bienes en un banco confiscado. Debían identificarse públicamente con una estrella amarilla de tela con la palabra judío en el centro, la misma que Nanette aún guarda en su casa de São Paulo.

a los directores de escuela les obligaron a declarar el número de estudiantes judíos, lo que conllevó la creación de 25 escuelas solo para ellos. En una de ellas coincidieron Ana y Nanette. Compartieron clase entre octubre de 1941 y julio de 1942, cuando la familia Frank desapareció para esconderse. Menos de un año fue tiempo suficiente para entablar una relación de colegas. "Entré con 12 años y salí a los 14. Ana y yo veníamos de barrios distintos. No éramos íntimas, cada una tenía su grupo. Ella era muy viva, extravertida, le gustaba ser vista, hablar con los chicos. Y su pelo… puedo imaginar el trauma que debió de suponer verse en el campo de concentración sin aquel cabello tan preciado, con aquel aspecto tan debilitado…".

Un momento clave de su relación fue la fiesta de aniversario de Ana, en junio de 1942. "Fui con otras amigas de clase. Cumplía 13 años. Recibió un regalo especial de sus padres: el primer diario, el que años después sería tan importante. Yo le regalé un broche".

De aquella clase, Nanette conserva buenos recuerdos de sus profesores y compañeros. Todavía hoy mantiene el contacto con algunos de ellos, como Jacqueline van Maarsen, quien hace un par de años presentó en España el libro Me llamo Ana, dijo, Ana Frank. "No se hablaba de religión y el deporte estaba prohibido. Teníamos el máximo cuidado para no hablar de nada, ni siquiera de lo que acontecía en casa: nunca sabíamos quién estaba de qué lado".

para evitar la deportación inminente de la hermana de Ana Frank, Margot, en julio de 1942, Otto, el patriarca, decidió acelerar algo que había gestado con ayuda de algunos empleados: su huida. La familia pasaría dos años escondida en la parte trasera de una empresa colindante a los canales de Ámsterdam. Un chivatazo de un informador no identificado guió a la policía de seguridad hasta allí. Lo revolvieron todo, sustrajeron las joyas y otros objetos, pero dejaron desperdigados algunos álbumes de fotografías y papeles, entre los que se encontraban los escritos de Ana. Una empleada los recogió y, tras la guerra, se los entregó a Otto, único superviviente de la familia Frank.

En septiembre de 1943, cuando los Frank aún permanecían ocultos, la familia Blitz Konig fue detenida. Nanette lo describe con emoción: "Aún puedo escuchar los golpes en la puerta, los gritos, el desconcierto… es algo que no se transmite, la deshumanización… Entraron dos hombres de la Gestapo que gritaban Schnell, schnell! [rápido, en alemán]. Golpeaban la puerta salvajemente. Tuvimos que salir a empujones".

Los condujeron en un tren común hasta el campo de transición de Westerbork, al noreste de los Países Bajos, de donde cada semana deportaban a unos 2.000 judíos en vagones de ganado hacia los campos de exterminio de Polonia. En febrero de 1944, la familia sería trasladada de Westerbork a Bergen-Belsen en un convoy destinado al intercambio de judíos por prisioneros de guerra alemanes. Por este motivo no le asignaron un número ni le raparon el cabello ni le dieron un traje de rayas. Sin embargo, sufrió el maltrato y las condiciones de vida del campo. "Así me salvé de ser llevada a Ravensbruck. En Auschwitz, la línea de la muerte se situaba en los 15 años; por debajo de esa edad las mataban. No había niñas. Por suerte, Ana había cumplido esa edad".

La vida en el campo era una constante lucha por la supervivencia: letrinas inmundas, condiciones insalubres, piojos, hambre, enfermedades, frío, horas de pie durante el appel (recuento de presos), a la intemperie… Nanette recuerda que en un appel se enfrentó al temido Joseph Kramer, el comandante del campo de Bergen-Belsen, cuando quiso sacarla de la fila y ella se negó. Tuvo miedo de los perros entrenados para despedazar a los presos, pero escapó a salvo. También guarda en su memoria el impacto que le causó la segunda ocasión en que peligró su vida: "Era hacia el final de la guerra, cuando un día me sacaron de la fila para que fuera a buscar agua. El guarda me apuntó con su arma directamente, me quedé inmóvil sin mostrar miedo alguno. Parece que eso no le gustó demasiado, no le divertía y decidió no dispararme".

El padre de Nanette murió en Bergen-Belsen el 24 de noviembre de 1944. Un mes más tarde, su hermano sería deportado al campo de Oranienburg, en Alemania, donde falleció nada más llegar. Su madre fue transportada un día después hacia Magdeburg, cerca de Beendorf, donde trabajó esclavizada en una mina de sal a 700 metros bajo el suelo para fabricar piezas de aviones. No sobreviviría, pues antes de la liberación, en abril de 1945, moriría en un tren que transportaba a 2.000 mujeres a Suecia. A partir de diciembre de 1944, Nanette se quedó sola en Bergen-Belsen, dividido en varios campos diferentes. Ella estaba en el campo 7 de mujeres y, desde la alambrada que las separaba, vio varias veces en el número 8 a Ana Frank, que llegó procedente de Auschwitz en noviembre de 1944. Cuando en febrero de 1945 eliminaron aquella alambrada, Nanette fue a buscarla.

"Fui la única de la clase que se reencontró con Ana en Bergen-Belsen poco antes de morir, tal vez un mes antes. Casi no nos reconocimos por nuestro aspecto; ella estaba muy debilitada, casi reducida a un mero esqueleto, muerta de frío, envuelta en una manta raída, no aguantaba los piojos, no sabía cómo resistir… Conseguí abrazarla. Jamás olvidaré el reencuentro".

Ana Frank le contó todo lo relativo al escondite de su familia, a su estancia en Auschwitz, a su Diario y su interés por publicarlo en forma de libro después de la guerra. Pensaba sobrevivir. Pero una epidemia de fiebre tifoidea acabó con sus ilusiones y las de su hermana Margot. Ana murió en marzo de 1945. Un mes más tarde, las fuerzas británicas liberaban el campo. "Al final, los crematorios de Bergen-Belsen no daban abasto. Los ingleses se encontraron con montones de cuerpos. Aquella noche, la muerte seguía rondando. Había una forma peculiar de roncar que denotaba si alguien iba a morir…".

Nanette sobrevivió de milagro, con solo 30 kilos de peso. Enfermó de tuberculosis y tifus contraídos en el campo y entró en coma. Gracias a la acción de un mayor del ejército británico, fue trasladada en avión a Eindhoven, al sur de Holanda, para ser internada en un sanatorio cerca de Harlem, Santpoor, donde permaneció unos tres años. En octubre de 1945 recibió una carta de Otto Frank en la que le preguntaba si podía recibir visitas. Todavía hoy guarda esta carta en su archivo.

Otto le explicó que tenía el diario de su hija y que quería publicarlo: "Me contó que había partes muy críticas de Ana con su madre, decía que sus padres no eran románticos… Pero, claro, el clima no estaba para romanticismos… Otto extrajo aquellas páginas del libro. Me preguntó qué opinaba, pero yo no opinaba nada, tenía 16 años. Aquellos ataques de Ana a su familia me parecían propios de una adolescente, no eran imprescindibles para un libro centrado en los nazis y sus acciones contra los judíos".

Nanette fue acogida por una familia católica en Holanda hasta su traslado a Inglaterra, donde residía la familia de su madre. Allí estudió y trabajó como secretaria bilingüe en un banco comercial y conoció en 1951 a su futuro marido, John Frederik Konig, un ingeniero de Hungría que intentaba reunir a sus tíos en Brasil. Se casaron en 1953 y se mudaron a São Paulo, desde donde hoy abren las puertas de su luminosa casa para recordar el pasado.

memoria del horror. Durante la ocupación nazi de Holanda, los judíos tenían que identificarse públicamente con la estrella de seis puntas cosida a la ropa. Nanette guarda la suya en su casa de São Paulo, como puede verse en la imagen superior. después de la guerra. De arriba abajo, la casa donde se ocultó durante dos años la familia Frank; la carta que envió a Nanette el padre de Ana, Otto, en octubre de 1945, en la que preguntaba si podía ir a visitarla al sanatorio, y un retrato de Blitz Konig en 1951, cuando trabajaba como secretaria en Inglaterra. retratos del pasado. Abajo, Ana Frank, segunda por la izquierda, celebra su décimo cumpleaños con sus amigas en Ámsterdam. Junto a estas líneas, la holandesa Nanette Blitz Konig sostiene un retrato de juventud. Su pose (sonriente, los brazos sobre la mesa) recuerda a la de la autora del diario (derecha), con la que coincidió en la escuela. símbolo antinazi. La literatura y el cine han convertido a Ana Frank en un símbolo de la resistencia contra el nazismo. Sobre estas líneas, un fotograma de ‘El diario de Ana Frank’, dirigida por George Stevens en 1959.

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