domingo, 18 de octubre de 2009

LA DOTE Y LA NOVIA

Xavier Batalla |
Una vez acabada la guerra de 1967, Levi Eshkol, el tercer primer ministro de la historia de Israel (1963-1969), sobrevoló en helicóptero los territorios ocupados de Cisjordania y Jerusalén Este. El historiador israelí Gershom Gorenberg cuenta que Eshkol, mientras observaba los territorios, murmuró: "La dote es hermosa, pero ¿qué vamos a hacer con la novia?" (The accidental empire: Israel and the birth of the settlements, 2006). La dote era la tierra; la novia, los palestinos, que allí sumaban casi un millón.
La ocupación de los territorios dividió a la sociedad israelí. Por una parte, los partidarios de no anexionar Cisjordania, sino de controlarla hasta que, llegado el momento de negociar, se usara como moneda de cambio. Pero la victoria de 1967, que también desembocó en la ocupación de Gaza, el Sinaí (Egipto) y los altos del Golán (Siria), fue entendida por los nacionalistas ultrarreligiosos como una señal divina para, con la anexión de Judea y Samaria (Cisjordania), materializar el sueño bíblico del Gran Israel. Cuatro decenios después, con 300.000 colonos en Cisjordania y 200.000 en Jerusalén Este, los asentamientos son un obstáculo para la paz.
La división de la sociedad israelí hizo que el nacimiento de los asentamientos en Cisjordania, Jerusalén Este y Gaza no obedeciera a un plan predeterminado. Con el gobierno laborista de Eshkol empezaron a construirse los primeros asentamientos, pero no se definió una política clara al respecto, lo que permitió que un pequeño pero decidido grupo de nacionalistas religiosos, Gush Emunim, presionara, con el apoyo de determinados sectores laicos, hasta multiplicar los territorios colonizados. Dos de los protagonistas de aquellos días fueron Hanan Porat, un estudiante de la escuela ultranacionalista del rabino Tzvi Yehudah Kook, y el poeta Haim Gouri, un símbolo de la generación laborista de la guerra de la independencia, en 1948. Porat fue el arquitecto de la estrategia de Gush Emunim; Gouri, entre el socialismo humanista y el sionismo, suministró la legitimidad intelectual en la que se apoyarían los colonos laicos.
La legalidad de los asentamientos, sin embargo, es otra cosa distinta. Los sucesivos gobiernos israelíes han clasificado los asentamientos en dos categorías: los "legales" (esto es, los autorizado gubernamentalmente) y los "ilegales" (no autorizados). Pero un informe de un comité del Ministerio de Asuntos Exteriores israelí ya advirtió en 1967 al primer ministro Eshkol que la construcción de cualquier asentamiento en los territorios ocupados violaría el derecho internacional. El documento, revelado hace tres años por el historiador Gorenberg, lo elaboró Theodor Meron, quien una década más tarde abandonó Israel y en el año 2005 fue nombrado presidente del Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia.
Históricamente, la diplomacia estadounidense no ha reconocido los asentamientos israelíes. Todo cambió, sin embargo, con George W. Bush. En una carta dirigida a Ariel Sharon, entonces primer ministro israelí, Bush admitió que todo acuerdo entre israelíes y palestinos debería reconocer que los asentamientos ya existentes permanecieran bajo soberanía israelí; es decir, pese a que siempre se citan las resoluciones 242 y 338 del Consejo de Seguridad, en las que se pide la retirada israelí hasta las fronteras anteriores a la guerra de 1967, Bush bendijo que los asentamientos fueran anexionados por Israel, lo que reduciría y trituraría un hipotético Estado palestino.
La Administración Obama ha afirmado que no se considera vinculada por la carta de Bush y pide, para reanudar el proceso de paz, que Israel congele el crecimiento de los asentamientos. Beniamin Netanyahu, primer ministro de Israel, dijo el pasado 14 de junio que no se construirían más asentamientos "ilegales", pero se reservó el derecho de extender los "legales" en función del crecimiento demográfico natural.
¿Qué hará, entonces, Obama? ¿Aceptará la posición israelí? ¿Se conformará con la congelación, no aceptada por Netanyahu, de los asentamientos "legales"? Una de las grandes ironías de toda esta historia es que los asentamientos no se habrían construido sin las subvenciones estadounidenses, que han continuado independientemente de si los asentamientos violan o no el derecho internacional. En Cisjordania existen actualmente asentamientos que Israel considera "legales" y otros que cataloga de "extraoficiales". Pero el derecho internacional, como advirtió Meron, no distingue entre estas dos categorías, ya que ambas infringen el artículo 47 del Cuarto Convenio de Ginebra, que prohíbe explícitamente la anexión de territorios mediante el recurso a la fuerza, principio reafirmado por el artículo 2(4) de la Carta de las Naciones Unidas.

Asentamientos israelíes

Desde 1967, cuando la ONU avaló en la resolución 242 el principio de paz por territorios como solución al conflicto palestino-israelí, los asentamientos se han convertido en un obstáculo. Ahora, cuando Barack Obama pide que se congele el crecimiento de las colonias, los intereses de Estados Unidos y de Israel no son coincidentes del todo, lo que no quiere decir que sean antagónicos. El primer ministro Beniamin Netanyahu, que se niega a frenar el crecimiento de los asentamientos, ha tensado la cuerda de la relación con Washington.

Una carta de George W. Bush a Ariel Sharon le dio la vuelta en abril del 2004 a la política estadounidense seguida durante decenios con respecto a los asentamientos. "A la luz de la nueva realidad, incluidos los centros de población ya existentes, no sería realista esperar que el resultado final de las negociaciones significara el total y completo regreso (de Israel) a la línea del armisticio de 1949", escribió Bush. Washington bendijo así la posible anexión de los territorios ocupados. Sharon se retiró después de Gaza, que no formó parte del Israel bíblico. Los primeros asentamientos israelíes en los territorios ocupados comenzaron a construirse en septiembre de 1967, tres meses después de la guerra de los Seis Días, siendo primer ministro Levy Eshkol, un laborista. Los primeros colonos se instalaron en Kfar Etzion, al sur de Belén, pero fue a partir de 1975, año del nacimiento de Gush Emunim, un movimiento profundamente religioso, cuando los sucesivos gobiernos israelíes animaron la expansión colonial en tierras de Cisjordania, Jerusalén Este y Gaza.

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